TALLERES DE CANTOS



PRIMER TALLER





·        EL CANTO ES EXPRESIÓN Y ALIMENTO


DE LA VIDA INTERIOR





1.- La música en la Biblia


                                     




C




antad a Yavé un cántico nuevo.


Su alabanza en la asamblea de sus fieles


Regocíjese Israel en su Hacedor


Alégrense en su Rey los de Sión


Alaben su nombre entre danzas


Haciendo sonar tambores y cítaras”


                                                  (Sal. 149)


                                     




R




ecitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.”


                                                                        


2.- El canto no es un adorno en las   celebraciones…


            “Hay que cantar la misa, no durante la misa”  (Pío X)







S


ería muy triste haber tratado nada más que de divertirles. Mi intención era hacerles mejores” (Haendle)








3.- …sino alimento y expresión de la vida interior.





  “Hay una vida oculta en el hombre que anima su esperanza. ¿Vas a dedicarle tu atención? ( Hno Roger de Taizé )


“Los ojos del amado están dibujados en nuestras entrañas”


                                                 ( San Juan de la Cruz)


      


4.-La música llega donde no llegan las palabras


La música es el lenguaje del amor, de la poesía, de la tristeza profunda…; de las realidades más profundas.


“Después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música”   (Aldous Huxley)





5.- Canto interior y canto exterior: la oración no puede ir separada de la vida.


           


            “Considera que lo que cantes con la boca lo creas con el corazón y lo que creas con el corazón lo confirmes con tus obras”.


                        (Gregorio Magno, ”Ceremonias para instruir cantores”)





 




A




labemos al Señor, hermanos, con la vida y con la lengua del corazón y con la boca, con la voz y las costumbres. Dios quiere que cantemos el Aleluya de forma que no haya discordancia en quien alaba... Sed vosotros mismos lo que cantáis. Alabad con todo lo que sois: vuestra lengua y voz, conciencia, vida, obras... Naturalmente, quieres estar en paz con Él, con Aquél a quien tu alabas, ¿Cómo quieres tener paz si una cosa resuena en tus labios y otra indica tu vida?... Canta y camina a la vez. ¿Qué significa camina? Adelanta pero en el bien, en la fe verdadera, en las buenas costumbres”                                            (Sermones de San Agustín)





6.-El canto común





“Mediante la unión de las voces se llega a una más profunda unión de corazones”   (S. Concilio)





“El canto del salmo rehace las amistades, reúne a los que estaban separados entre sí, convierte en amigos a los que  estaban enemistados. Pues, ¿Quién es capaz de considerar todavía un enemigo a aquél con quien ha elevado una misma voz a Dios?”


                                                             ( San Basilio)




7.-  Los cantos de Taizé: el canto meditativo.





              “La oración cantada es una de las expresiones más esenciales en la búsqueda de Dios. Los cantos breves y repetitivos subrayan el carácter meditativo. Con pocas palabras, dicen una realidad fundamental, rápidamente captada por la inteligencia. Cantados hasta el infinito, esta realidad es poco a poco interiorizada por toda la persona. Los cantos sencillos  permiten también rezar solo, en cualquier momento, de día como de noche, a veces en el silencio del corazón o durante el trabajo.”


                                      ( Cancionero de la comunidad de Taizé)





              “Conviene descender desde el cerebro al corazón. Por el momento no hay en vosotros más que reflexiones sobre Dios”


                                      (Teófano el Recluso)





              “Las respuestas que tú has cantado, no una sola vez, ni dos, ni tres, sino muchas veces, recuérdalas con interés, y entonces serán para ti de gran consuelo. Recogedlas como perlas, para que las guardéis siempre, las meditéis y las cantéis”


                                                 (San Juan Crisóstomo)


              Esta música ha nacido de la vida diaria de una comunidad de oración abierta a todos.No es una música complicada y difícil, para epecialistas, sino asequible para cualquier persona, grupo o asamblea. Nose trata de una música de adorno o exhibición pues su razón de ser es primordialmente expresar la oración comunitaria.


  Podemos encontrar tres tipos de cantos:


§         Canon : melodía más sencilla, con una sola melodía, con entradas sucesivas.


§         Ostinatos (Repetición continua de un fragmento musical). Es un tema melódico con armonización :cuatro voces: soprano, contralto, tenor y bajo)


§         Aclamaciones


§         Aleluya: aclamación para la lectura del Evangelio y para cantar los salmos.


§         Kyrie eleison: respuesta a cada petición en las peticiones, que pueden también ser cantadas, al igual que el salmo.










SEGUNDO TALLER







·            EL CANTO MEDITATIVO





1.- Sentido


§         Calmar el pensamiento para escuchar  Dios. “La loca de la casa”


§         La oración no es una reflexión. No son necesarias muchas palabras.


Que vuestra oración ignore toda multiplicidad: una sola palabra bastó, tanto al Publicano como al Hijo Pródigo para obtener el perdón de Dios. No busquéis las palabras en vuestra oración. ¡Cuántas veces los balbuceos simples y monótonos de los niños conmueven a su padre! No os lancéis a largos discursos que disipan vuestro espíritu en la búsqueda de palabras”


(San Juan Clímaco)





“ Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.”                 ( Mt 6, 7-8)                





2.- La oración repetitiva: el canto que no cesa.


§         Invitación a orar sin cesar.


“Las respuestas que tú has cantado, no una sola vez, ni dos, ni tres, sino muchas veces, recuérdalas con interés, y entonces serán para ti de gran consuelo. Recogedlas como perlas, para que las guardéis siempre, las meditéis y las cantéis”  


(S. Juan Crisóstomo, comentario del salmo  41)







R









       




ecordad a Dios sin cesar para que Ël sin cesar os recuerde. En la prosperidad, perrmaneced cerca de Él, en obediencia. Tendréis así seguridad de palabra ante Él cuando os encontréis en pena porque vuestra oración os impulsa sin cesar hacia Él en vuestro corazón. Manteneos sin cesar ante su faz, pensando en Él, conservando su recuerdo en vuestro corazón; de lo contrario, os arriesgaréis a carecer de seguridad en Él”                                 (Isaac de Nínive)





§         En muchas tradiciones religiosas: el rosario, mantras hindúes, la oración de Jesús (tradición ortodoxa)…


Jesús, hijo de David, ten compasión de mí, que soy un pecador”







“T




odas estas experiencias me enseñaron que la oración interior produce abundantes frutos: sincero amor de Dios, paz interior, rapto del espíritu, pureza de pensamiento, agilidad, vigor en los miembros del cuerpo, insensibilidad a las enfermedades, dolores y nueva forma de raciocinio, nueva inteligencia de la Sagrada Escritura, comprensión del lenguaje de todas las criaturas, repulsa de toda vanidad, nuevo concepto de la santidad y vida interior, y la conciencia cierta de que Dios está presente y de que su cuerpo lo abraza todo”

(“El peregrino ruso”, Anónimo




TALLER DE CANTOS

            Dejamos atrás la Pascua, cincuenta días de júbilo en los que celebramos con alegría la Resurrección de Cristo. Los cantos de estas semanas pasadas han sido cantos de alabanza, que ensalzan la gloria y el poder de Dios. Él nos ha demostrado lo que significa ser Padre y Creador, apostando por la vida, poniéndose del lado del Inocente, con más fuerza de lo que son capaces de hacerlo la muerte y el mal.

  1. Laudate Dominum (“Alabad al Señor todos los pueblos”)
Nuestro primer canto tiene este carácter que describimos. El texto está tomado del Salmo 117 (versículo 1). Se trata de un salmo muy breve, sólo dos versículos lo componen. Éste es el segundo, que completa al anterior: “Porque la lealtad del Señor puede más que nosotros y la fidelidad del Señor es perpetua”. Ciertamente, el misterio de la Resurrección nos hace ver que, dónde nuestra humanidad no alcanza, dónde sentimos que no entendemos ni podemos con los avatares de la vida, son la lealtad y la fidelidad de Dios las que nos sostienen y se ocupan de nosotros.

  1. Oculi nostri (“Nuestros ojos miran hacia el Señor Jesús, nuestro Señor”)
Sobrecogidos por la Resurrección, desbordados por una alegría que aún nos resulta difícil de asimilar[1], volvemos nuestra mirada hacia Jesús, para reconocerlo, para tratar de darnos cuenta de quién es Él para Dios, para descubrir también que estaba entre nosotros y, realmente, no le conocíamos… Al centrar cada uno nuestra atención en Él, nos damos cuenta de que no estamos solos, no se trata de una relación exclusivamente personal, nuestra con Él: somos muchos los que le miramos, Él es nuestro Señor. Y surge el sentido de fraternidad, esa comunión que es la Iglesia.

  1. C’est toi ma lampe (“Sé Tú mi luz, Señor. Dios mío, disipa mi tiniebla”)
El tiempo de la Pascua llega a su culminación y desemboca en Pentecostés, fiesta de la venida del Espíritu Santo. Los cantos expresan, en esta ocasión, algo que es característico del soplo del Espíritu: la luz. En este caso, nuestro canto se basa en parte de un himno atribuido al rey David[2]. La distancia, no obstante, no está sólo en el tiempo; en el Antiguo Testamento se ensalza a un Dios guerrero, que hace campaña contra los enemigos de Israel. Todavía se piensa que el creyente puede poner a Dios de su parte con un comportamiento moral determinado… Sin embargo, la luz de la Resurrección lo cambia todo; encerrado (“por miedo a los judíos”), rodeado de sombras (que sólo hablan de la muerte del Maestro), el discípulo recibe la visita de Cristo Resucitado y con Él descubre a Aquél que realmente es capaz de disipar hasta el último resto de sombra, de duda, de miedo, de tristeza.

  1. Christe, lux mundi (“Cristo, luz del mundo, quien te sigue tendrá la luz de la vida”)
Siguiendo con la temática de la luz, asociada a la Resurrección y a la venida del Espíritu Santo, el discípulo se hace creyente por una experiencia personal de encuentro con el Resucitado: tanto tiempo junto a Él, tantos gestos y tantas palabras como le ha visto hacer, pero no ha terminado de comprender… La llama de la luz de Cristo, presente siempre en el corazón de todo ser humano, lo sepa éste o no, es discreta, frágil, incluso vacilante; ella nunca se impone ni arde en fuegos de artificio. Pero el día que prende en el corazón del hombre, arde como un fuego que nunca se apaga y abrasa con pasión. Esa es la luz de la vida que alcanza el que sigue los pasos de Cristo.

  1. In te confido (“Cristo Jesús, en ti confío”)
El que se encuentra con Cristo Resucitado experimenta él también una transformación. No sólo la pena se cambia en alegría y desaparece el miedo. Ésta fue la experiencia de los primeros cristianos, aquellos que habían convivido con Jesús. Desde entonces hasta hoy, algunos rasgos distintivos han caracterizado, sin dejar lugar a dudas, a los que pasan por esta experiencia: uno de ellos es la confianza. Desarmados por el Amor de Dios, descubrimos la oración del nombre de Jesús, mientras aprendemos a dejarle a Él todo aquello que está fuera de nuestro alcance y nos perturba. Agitados e inquietos, nos sobran argumentos para no amar. Incapaces de apaciguarnos a nosotros mismos, Cristo viene en nuestra ayuda[3]. Él pacifica nuestro interior y, por medio del silencio y la oración, nos concede poner nuestra confianza en Dios, disuelve amarguras y rebeldías y nos conduce al don de nosotros mismos[4].

  1. Une soif emplit notre âme (“Una sed llena nuestra alma: abandonarnos en ti, oh Cristo. Tú me escuchas, Señor”)
Desde el momento en el que el creyente se encuentra personalmente con el Resucitado, sólo una cosa importa: seguirle. «¿Qué hemos de hacer?» preguntaban a Juan, el Bautista, sus seguidores[5]. El seguidor de Jesús, el cristiano, no vive preocupado por estas cosas, no busca respuestas y soluciones concretas para cada situación que se le plantea. Su búsqueda va más allá, lo abarca todo: al que llega a abandonarse en Cristo le espera la ternura sin límites de saberse escuchado por su Señor: sólo Él sabe colmar el vacío que hay en el fondo de la intimidad humana.

  1. Spiritus Jesu Christi (“Que el Espíritu de Jesucristo, espíritu de amor, confirme tu corazón”)
Tras la alegría de la Pascua y la experiencia del Espíritu en Pentecostés, nuestro canto ha ido centrándose más y más en la figura de Jesús. El Espíritu Santo es ese consolador que Cristo nos ha prometido y por el cuál nunca nos abandona, Él no nos deja solos. ¿Quién es ese Espíritu, que continúa en nosotros la obra comenzada por Cristo? Sin duda, el mismo Espíritu de Jesús, espíritu de caridad y de amor. Ese Espíritu es que da fuerzas a nuestro corazón. Gracias a Él, podemos decirle a Dios: «Tú, el Dios de todos los seres humanos, te dejas percibir con transparencia en la vida de Cristo. Por medio de Él podemos conocerte. Tú ya has depositado en nosotros esta certeza: tu amor no es una palabra vacía, es ante todo compasión.»

  1. Ubi caritas Deus ibi est (“Donde hay caridad y amor, allí está Dios”)
Sí, Cristo vino al mundo para acercarnos a Dios, para mostrarnos cómo es en realidad, para hacérnoslo cercano y comprensible. A Dios nadie lo ha visto nunca, pero por medio de Jesús descubrimos su realidad más esencial. Dios es Amor. Él nos ama, es un Padre para todas las criaturas de la Tierra. El Espíritu Santo, recibido en Pentecostés, es el Espíritu mismo que animaba a Cristo en su paso por esta vida, un espíritu de amor y caridad. Desde los tiempos de los primeros cristianos, ésta ha sido la seña de identidad de los que vivían animados por ese mismo espíritu: “¡mirad cómo se aman!”. Porque donde está presente este espíritu, donde hay caridad y amor, allí está Dios mismo presente.






[1] “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana imaginó lo que Dios tiene preparado a los que le aman” (1 Co 2, 9).
[2] 2 Sm 22, 29; Sal 18, 29.
[3] Mc 4.
[4] Jn 15, 12.
[5] Lc 3, 10-14.

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