martes, 20 de diciembre de 2011

Introducción bíblica y oraciones del retiro del 17 de diciembre de 2011

Adviento y Navidad.

Esperar, desear, suplicar, anhelar la venida del salvador. Preparar sus caminos. Y, después, admirarse, acogerle, saltar de alegría: ¡El mismo Dios que se acerca, que se hace uno de nosotros...! ¡Aquí le tenemos!

El cristiano escucha y estudia a su Dios. Pero sobre todo celebra sus hazañas, sus palabras, su misericordia, su cercanía... Celebrar es mucho más que simple “recordar” o “estudiar”. Es poner la propia vida en lo que se hace; es revivir, volver a hacer presente; hacer fiesta a propósito de algo, o de alguien, que no es en absoluto indiferente, sino que implica y afecta al ser mismo del que celebra...

Siempre necesitamos la venida de Dios a nosotros. Y nos hace falta aprender a esperarle.
Sería señal de debilidad o de muerte si nos encontráramos satisfechos con lo que ya tenemos. Y como también nosotros podemos ir perdiendo a lo largo del año la sensibilidad por lo divino, nos conviene que el adviento nos despierte el apetito de los bienes que verdaderamente valen la pena. Por si también nosotros nos hemos dormido en los horizontes de la tierra, el adviento nos invita a elevar la mira de nuestras aspiraciones.

Pero, ¿Qué es lo que esperamos? ¿Cuál es el objeto de nuestra espera? Si, la venida del Señor, pero... ¿de qué venida se trata este año?

El pueblo de Israel estuvo durante años esperando al Mesías...
Pero nosotros vivimos en el Nuevo Testamento, y no lo podemos olvidar, ni siquiera en este tiempo de adviento. Cristo nació, apareció entre nosotros. Desde que Él llegó todo ha cambiado en la historia.
Sería simplemente una ficción inútil o una comedia el rezar y cantar como si Cristo no hubiera venido ya, el pedir a Dios que nos envíe un Mesías, como si no hubiéramos sido ya salvados por Él; sería ridículo ponernos en la misma actitud de Israel, copiando sus palabras en el mismo sentido inmediato que tuvieron en sus labios...
Entonces, por qué, para qué recordar todos esos cantos de espera, todas esas oraciones... ¿qué debemos esperar??

La esperanza del pueblo hebreo no apuntaba sólo a la llegada del Mesías. Israel vivió en su historia una serie de magníficas intervenciones salvadoras de Dios:
La elección de Abraham y la promesa
La convocatoria de Israel como pueblo elegido
La liberación de Egipto
La alianza del Sinaí
La vuelta de la cautividad de Babilonia...

Todas estas intervenciones las entendía Israel como auténticas “venidas” de Dios.
Pero por encima de esto, era invitado constantemente a esperar el día de Yahvé, el gran día de su encuentro con Dios, el día de la salvación total.

¿Cuál es mi esperanza? El mismo camino que recorrió Israel como pueblo, lo hacemos nosotros en nuestra vida, como personas, dentro de una comunidad, en una sociedad...
¿Vivo los acontecimientos de mi vida como “venidas” de Dios?
¿Me siento invitado a esperar el día del Señor, el gran día del encuentro con Dios?
¿Qué camino o partes del camino he recorrido? ¿En que parte del camino me encuentro?

La creación. La elección. La promesa. La convocatoria, la llamada. La liberación. La alianza.
La caída, la cautividad, perder el camino, perdernos. La vuelta de la cautividad, el reencuentro.
La buena noticia, el nacimiento del Mesías esperado. Su palabra. La repercusión en mi vida.
El rechazo, las dudas, la sensación de incapacidad, de impotencia. Aceptar, entender, actuar...
La libertad, la tranquilidad, la seguridad. La esperanza

Sería un trabajo interesante a nivel personal, pero también como comunidad; el pueblo de Israel vivió esto como pueblo, no de en uno en uno, sino juntos... y porque estaban juntos encontraban el camino de regreso desde el exilio, y porque estaban juntos hablaban y rezaban sus temores y sus esperanzas, compartían y crecían, avanzaban, se perdían, retrocedían... caminaban... El pueblo y su Dios. Dios y su pueblo, en una continua búsqueda, en un continuo caminar...
Nosotros, los cristianos... Hacemos las cosas juntos nosotros y junto con nuestro Dios... como Él lo hace con nosotros... ¿?

Así pues, nosotros podemos en el adviento leer los pasajes del Antiguo testamento y entonar los cantos de esperanza de los hebreos, y lo podemos hacer con sentido pleno. El que Cristo haya venido ya, su nacimiento no ha supuesto un fin, sino un comienzo: el acontecimiento de Belén ha sido el inicio de la plenitud de los tiempos, que tienen todavía que madurar plenamente bajo la acción del Espíritu.
Podemos seguir esperando, porque sabemos que Cristo está ya con nosotros y su obra camina hacia el cumplimiento total.

Sin embargo, no se agota con esa perspectiva todo el contenido del adviento...

Lo que principalmente esperamos y para lo que nos preparamos en adviento es para la navidad. Algo más inmediato y más cercano que el final y la plenitud de los tiempos, algo más fácil de entender, de vivir. La Navidad de este año de gracia que vivimos.
Parece una perogrullada, todos sabíamos que el adviento es el periodo de preparación a la Navidad. Pero a veces nos complicamos... y a veces, en lo más sencillo está la solución más profunda...
El objeto principal de toda la esperanza de la iglesia es la celebración de la Navidad y su misterio. Porque el misterio de la Navidad supone la actualización tanto de la venida histórica (Toda su vida, su muerte y su resurrección) como del retorno glorioso de Cristo.

El adviento no tiene sentido sin la Navidad, pero diferenciemos adviento y Navidad...
El adviento es el camino que nos lleva a Navidad, y los caminos son para recorrerlos, no para saltárselos...

Las palabras que nos llegan en adviento son de anuncio gozoso, son mensaje de alegría. Todavía no es la alegría desbordante de la Navidad ni la alegría victoriosa de la Pascua. Es una alegría ilusionada y expectante, es una alegría nacida de la esperanza. La alegría del que espera el cumplimiento de la buena noticia.

Necesitamos cultivar esta alegría de adviento, necesitamos cultivar esta esperanza.
Necesitamos escuchar buenas noticias, aunque sean pequeñas y sencillas.
La vida está hecha de pequeñas cosas. Acostumbrados a lo llamativo, a lo que es noticia, no valoramos lo pequeño, la buena salud, el buen tiempo, las múltiples gratificaciones de cada día, los reencuentros, las pequeñas sorpresas de cada día, los pequeños evangelios.

Necesitamos profetas y testigos de alegría y esperanza. Porque, a pesar de las muchas diversiones, de los muchos placeres, hay en nosotros un fondo de vacío, tristeza, miedo y desesperanza. Tenemos que descubrir lo hermoso y lo positivo de la vida.
Y los tenemos. Sólo hay que mirar. El mundo está lleno de luz, lleno de personas luminosas que alumbran el camino. Y hay que mirar con atención, no sea que les cortemos la cabeza, como a Juan el bautista

Deseamos la presencia del amigo, Deseamos sentir su calor, escuchar su palabra, ver su rostro, estar con él. Él es quien da sentido a nuestra vida.
Y lo tenemos. Jesús resucitado está vivo. El Espíritu de Dios está entre nosotros y su llama arde en nuestros corazones, y su luz nos guía, nos acompaña, nos da calor, nos da valor...


“¿Dónde, preguntaron los sabios, encontraremos al Mesías? ¿Vendrá el Mesías a nosotros sobre nubes de gloria, vestido de majestad, coronado de luz? El Talmud cuenta que el rabino Joshua ben Leví hizo esta pregunta nada menos que al profeta Elías en persona.
¿Dónde – preguntó el rabino - encontraré al Mesías?
En la puerta de la ciudad – Contestó Elías
¿Cómo le reconoceré?
Se sienta entre los leprosos
¿Entre los leprosos? – exclamó el rabino - ¿Qué hace allí?
Les cambia las vendas, se las cambia uno a uno.
Puede parecer que lo que se espera que haga el Mesías no es gran cosa. Pero a los ojos de Dios es ciertamente algo muy grande.”

Se nos anuncia la venida, y con ella los ciegos verán, los cojos caminarán etc… Será el Año de Gracia del Señor. Pero antes de eso El se hace presente de muchas maneras, en todos los pequeños evangelios.





NAVIDAD

El misterio de Cristo es siempre entero. Cristo para nosotros no es ya el “niño Jesús”: será siempre el Cristo Resucitado y Salvador
En la Vigilia de Navidad se enlaza directamente el misterio navideño con la Pascua:

Oh Dios que nos alegras todos los años con la esperanza de nuestra redención

Pero en cada celebración se pone de relieve un aspecto. La Navidad celebra y nos comunica la fuerza salvadora de la encarnación de Cristo.
Esta presencia la subraya la liturgia de la Navidad repitiendo insistentemente la palabra “hoy”. No hacemos como si hoy viniera Cristo, se hace presente HOY su encarnación y se nos comunica la eficacia de su salvación.

Pero aun queda otro paso: el decisivo.
El que el misterio de Cristo que se hace presente entre nosotros llegue a producir en nosotros su fruto. Y esta es la verdadera y actualísima VENIDA de Cristo a nosotros. Desde el principio de adviento ya se nos pide una sintonía con Cristo y su Gracia.:
Caminemos como en pleno día... Revestíos del Señor Jesús... Caminemos a la luz del Señor
Preparar el camino al Señor.
Dad el fruto que pide la conversión
Es el eco de la predicación de Isaías y del Bautista. Se acerca la fiesta, se percibe toda la fuerza de la encarnación, su efecto en nosotros. El efecto salvador de una Renovación, de un Re-nacimiento espiritual a la vida de Gracia.

El Dios-que-viene se hace Dios-con-nosotros.
Aquí está todo el contenido de la Navidad, y por tanto, de la espera del Adviento.
El misterio de la encarnación, proyectado a la iglesia, a cada cristiano, en la celebración de la Navidad. En la dimensión espiritual y sacramental.
Esta es la venida de Cristo a su Iglesia en su fase más íntima y actual, a lo más personal de cada cristiano.
Por eso cada año el Adviento tiene el objeto de esperar y luego celebrar al Dios-que-viene: a Cristo que viene Hoy, Este año, Esta Navidad.
Cristo es siempre el que viene. No esperamos a otro.
Es de verdad el DIOS-CON-NOSOTROS, Enmanuel, el Salvador, el DIOS-CONMIGO, que este año quiere una entrada más clara en mi vida.
Y en la vida de la Iglesia.
Así, el Hoy de cada Navidad adquiere una importancia grande en el ritmo de vida de cada cristiano y de toda la iglesia: vida que debe plantearse como respuesta personal a esa venida de Cristo.
A eso nos invita y entrena el adviento, a desear esa Navidad de Hoy, a aceptar plenamente la Venida de Cristo Salvador a nuestra historia particular y comunitaria.
La Navidad es la luz que ilumina todo el Adviento, una Navidad que penetre en el alma por encima del folklore, de los regalos, de la alegría de las vacaciones.

Sin duda alguna, la persona que mejor ha vivido el Adviento es María. Ella, pobre y humilde, la esclava del Señor que le espera y acepta, es la maestra de cada cristiano en la virtud de la esperanza y la fe.
Su Magnificat, auténtico canto de esperanza y de confianza, debería ser nuestra oración.
Por suerte está María para llevarnos a lo esencial, para conducirnos a la simplicidad.
Con su silencio, más eficaz que cualquier palabra.
Con su actitud de escucha.
Con su extraordinaria capacidad de recibir.
Dios tiene necesidad de ella, tiene necesidad de alguien que no oponga resistencia a Su acción, alguien que no esté obstaculizado por cosas ni por él mismo, que deje que se destruyan sus proyectos humanos para participar en un Plan inaudito.
Alguien que no diga: “he aquí lo que yo he pensado”, “he aquí lo que he decidido”, “he aquí lo que he preparado”; sino que diga simplemente: “Heme aquí”.


Analicemos un poco el texto de la anunciación de María en comparación con la anunciación de Zacarías, que Lucas cuenta una seguida de la otra y como sabemos los evangelistas no dan puntada sin hilo...

Lucas 1,
26A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea que se llamaba Nazaret, 27a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. 28Entrando adonde estaba ella, el ángel le dijo:
-Alégrate, favorecida, el Señor está contigo.
29Ella se turbó al oír estas palabras, preguntándose qué saludo era aquél 30El ángel le dijo:
-No temas, María, que Dios te ha concedido su favor. 31Mira, vas a concebir en tu seno y a dar a luz un hijo y le pondrás de nombre Jesús. 32Este será grande, lo llamarán Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado; 33reinará para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin.
34María dijo al ángel:
-¿Cómo sucederá eso, si no vivo con un hombre?
35El ángel le contestó:
-El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altí­simo te cubrirá con su sombra; por eso al que va a nacer lo llamarán "Consagrado", "Hijo de Dios". 36Y mira también tu pariente Isabel, en su vejez, ha concebido un hijo, y la que decían que era estéril está ya de seis meses porque para Dios no hay nada imposible
38Respondió María:
-Aquí está la sierva del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho. Y el ángel la dejó.



JESUS, EL MESIAS ESPERADO
RUPTURA CON EL PASADO: DIOS CONTACTA CON UNA MUCHACHA DEL PUEBLO

Lucas primero nos pone en situación sobre las nuevas coordenadas del momento histórico en que Dios se ha decidido a intervenir personalmente en la historia del hombre, «Herodes» (tiempo) y «Judea» (espacio), pero vuelve otra vez con un dato espacial, «Galilea».
El zoom de aproximación funciona cada vez con más precisión: «a un pueblo que se llamaba Nazaret». Aunque en el episodio anterior se sobrentendía que se trataba de Jerusalén, donde radicaba el templo, por razones teológicas Lucas omitió mencionar una y otro, limitándose a encuadrar el relato en «el santuario» como lugar apropiado para las manifestaciones divinas.
El contraste entre «el santuario» y «el pueblo de Nazaret» es intencionado. Nazaret no es nombrado jamás en el AT: no está ligado a promesa o expectación mesiánica alguna; esta segunda intervención divina no va a representar una continuidad con el pasado.
Aun cuando el mensajero es el mismo, el primer mensaje iba dirigido a la institución religiosa; el segundo, a una muchacha del pueblo. Igualmente, en contraste con la primera escena, el mensajero Gabriel no se dirige a un hombre (Zacarías), casado con una mujer (Isabel) y entrado ya en años, sino a una mujer «virgen» (María), desposada pero sin convivir todavía con un hombre (José).
La primera pareja estaba íntimamente entroncada con la tradición sacerdotal de Aarón, explicitándose la ascendencia a propósito de Isabel (lit. «una de las hijas de Aarón»); la nueva pareja se remonta, en cambio, a David, pero por línea masculina, José «de la estirpe de David». Isabel era «estéril» y «de edad avanzada», María es «virgen» y recién «desposada», resaltándose su absoluta fidelidad a Dios (por oposición a la esposa «adúltera» o «prostituida», figuras del pueblo extraviado; Os 2,4ss; Jr 3,6-13; Ez 16). A propósito de María, no se menciona ascendencia alguna ni se habla de observancia. María representa a «los pobres» de Israel, el Israel fiel a Dios («virgen», subrayado con la doble mención), sin relevancia social (de Nazaret).
Jugando con los «cinco meses» en que Isabel permaneció escondida y «el sexto mes» en que Dios envió de nuevo a su mensajero, encuadra Lucas el anuncio de la concepción de Jesús en el marco de su predecesor. «En el sexto mes», como otrora «el día sexto», Dios va a completar la creación del Hombre.
El ángel «entra» en la casa donde se encuentra María (en el santuario del templo no entró, sino que «se apareció de pie a la derecha del altar del incienso») y la saluda: «Alégrate, favorecida, el Señor está contigo». La salvación se divisa ya en el horizonte; de ahí ese saludo de alegría (Zac 9,9; Sof 3,14).
El término «favorecida/agraciada» de la salutación y la expresión «que Dios te ha concedido su favor/gracia» (lit. «porque has encontrado favor/gracia ante Dios») son equivalentes. María goza del pleno favor divino, por su constante fidelidad a la promesa hecha por Dios a Israel. Más tarde se dirá de Jesús que «el favor / la gracia de Dios descansaba sobre él»; en el libro de los Hechos se predicará de José y de David (Hch 7,10.46), pero sobre todo de Esteban: «lleno de gracia/favor y de fuerza» (Hch 7,8).
«El Señor está contigo» es una fórmula usual en el AT y en Lucas para indicar la solicitud de Dios por un determinado personaje (Lc 1,66 [Juan B.]; Hch 7,9 [José, hijo de Jacob]; 10,38 [Jesús]; 11,21 [los helenistas naturales de Chipre y de Cirene]; 18,10 [Pablo]; Dt 2,7; 20,1, etc.); asegura al destinatario la ayuda permanente de Dios para que lleve a cabo una tarea humanamente impensable.
El saludo no provoca temor alguno en María, sino sólo turbación por la magnitud de su contenido, a diferencia de Zacarías («se turbó Zacarías y el temor irrumpió sobre él», 1,12). Inmediatamente se pone a ponderar cuál sería el sentido del saludo que se le había dirigido en términos tan elogiosos.


HIJO DEL ALTÍSIMO Y HEREDERO DEL TRONO DE DAVID = REY UNIVERSAL

«No temas, María, que Dios te ha concedido su favor. Mira, vas a concebir en tu seno y a dar a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús» (1,30). En contraste con el anuncio dirigido a Zacarías, es ahora María la destinataria del mensaje. Dios ha escogido libremente a María y le ha asegurado su favor.
A diferencia de Isabel, que había esperado, en vano, tener un hijo, María va a dar a luz un hijo cuando todavía no lo esperaba, siendo así que, si bien sus padres ya la han desposado con José, ella sigue siendo «virgen». La construcción lucana es fiel reflejo de la profecía de Isaías: «Mira, una virgen concebirá en su seno y dará a luz un hijo, y le pondrá de nombre Emma­nuel» (Is 7,14). La anunciación es vista por Lucas como el cumplimiento de dicha profecía. Mateo lo dice claramente (Mt 1,22-23).
Igualmente, a diferencia de Zacarías, quien debía imponer a su hijo el hombre de «Juan», aquí es María, contra toda costumbre, la que impondrá a su hijo el nombre de «Jesús» («Dios salva»). Mientras que allí se apreciaba una cierta ruptura con la tradición paterna, aquí la ruptura es total. Se excluye la paternidad de José: «Este será grande, lo llamarán Hijo de Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado; reinará para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin» (1,32-33).
Continúa el paralelismo, acrecentándose el contraste: tanto Juan como Jesús serán «grandes», pero el primero lo será «a los ojos del Señor» (1,15a), ya que será «el más grande de los nacidos de mujer», por su talante ascético y su condición de profeta eximio, superior a los antiguos, por haberse «llenado de Espíritu Santo ya en el vientre de su madre»; Jesús, en cambio, será «grande» por su filiación divina, por eso lo reconocerán como el Hijo del Dios supremo («el Altísimo» designa al Dios del universo) y recibirá de manos de Dios el trono de su padre/antepasado David, sin descender directamente de él.
«Ser hijo» no significa solamente haber sido engendrado por un padre, sino sobre todo heredar la tradición que éste transmite y tener al padre por modelo de comportamiento; no será David el modelo de Jesús; su mensaje vendrá directamente de Dios, su Padre, y sólo éste será modelo de su comportamiento. La herencia de David le correspondería si fuera hijo de José («de la estirpe de David»), pero el trono no lo obtendrá por pertenecer a su estirpe, sino por decisión de Dios («le dará», no dice «heredará»). «La casa de Jacob» designa a las doce tribus, el Israel escatológico. En Jesús se cumplirá la promesa dinástica (2Sm 7,12), pero no será el hijo/sucesor de David (Lc 20,41-44), sino algo completamente nuevo, aunque igualmente perpetuo (Dn 2,22; 7,14).


LA NUEVA TRADICION INICIADA POR EL ESPÍRITU SANTO

María, al contrario de Zacarías, no pide garantías, pregunta sencillamente el modo como esto puede realizarse: «¿Cómo sucederá esto, si no vivo con un hombre?» (lit. «no estoy conociendo varón», 1,34): el Israel fiel a las promesas no espera vida/fecundidad de hombre alguno, ni siquiera de la línea davídica (José), sino sólo de Dios, aunque no sabe cómo se podrá llevar a cabo dicho plan. María «no conoce hombre» alguno que pueda realizar tamaña empresa.
Son muy variadas las hipótesis que se han formulado sobre el sentido de esta pregunta. Deducir de ella que María ha hecho un voto de castidad contradice de plano la psicología judía en el caso de una muchacha palestina «desposada» ya, pero que no ha tenido relaciones sexuales con su marido, pues éste no se la ha llevado todavía a su casa. Lucas no pretende ofrecernos una transcripción literal de un diálogo; se trata más bien de un procedimiento literario destinado a preparar el camino para el anuncio de la actividad del Espíritu en el versículo siguiente.
La respuesta del ángel pone todas las cartas de Dios boca arriba: «El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, al que va a nacer, lo llamarán "Consagrado", "Hijo de Dios"» (1,35). María va a tener un hijo sin concurso humano.
A diferencia de Juan Bautista, quien va a recibir el Espíritu antes de nacer, pero después de su concepción al modo humano, Jesús será concebido por obra del Espíritu, la fuerza creadora de Dios. La venida del Espíritu Santo sobre María anticipa la promesa formulada por Jesús en los mismos términos a los apóstoles (Hch 1,8), que se cumplirá por la fiesta de Pentecostés. La idea de «la gloria de Dios / la nube» que «cubría con su sombra» el tabernáculo de la asamblea israelita (Ex 40,38), designando la presencia activa de Dios sobre su pueblo (Sal 91,4; 139,7), se insinúa aquí describiendo la presencia activa de Dios sobre María, de tal modo que María dará a luz un hijo que será el Hijo de Dios, el Consagrado por el Espíritu Santo, en una palabra: el Mesías (= el Ungido).
Se afirma claramente el resultado de la concepción virginal, pero no se dice nada sobre el modo como esto se realizará. La idea de una fecundación divina es demasiado antropomórfica. Mediante un nuevo acto creador (Espíritu Santo), se anuncia el nacimiento del nuevo Adán, el comienzo de una humanidad nueva.
La nueva fuerza que Jesús desplegará es la del Dios Creador/ Salvador, la que no le fue posible imprimir en la misma creación, por las limitaciones inherentes a todo lo creado. Dios sólo puede desplegar la fuerza del Espíritu a través de personas que se presten libremente a llevar a término su proyecto sobre el hombre, un proyecto que no termina con la aparición del homo sapiens, sino que más bien empieza con él, puesto que debe partir precisamente del hombre que es consciente de sus actos, del hombre que ha experimentado personalmente la necesidad de una fuerza superior e ilimitada que pueda llevar a término un proyecto de sociedad que no se apoye en los valores ancestrales del poder y de la fuerza bruta ni en los más sofisticados del dinero y del saber, fruto todos ellos de la limitación de la criatura y de la inseguridad del hombre.
Esta fuerza, que Dios concede a los que se la piden, es la fuerza del Espíritu Santo. María ha resultado ser la primera gran «favorecida/agraciada»; Jesús será «el Mesías/Ungido» o «Cristo»; nosotros seremos los «cristianos», no de nombre, sino de hecho, siempre que, como María, nos prestemos a colaborar con el Espíritu. Esta es la gran tradición que éste inicia, después de liberarnos de las inhibiciones, frustraciones y fanatismos del pasado (familiar, religioso, nacional), la que uno mismo va amasando a lo largo de repetidas experiencias y que delata siempre su presencia manifestándose espontáneamente bajo forma de frutos abundantes para los demás.


LA UTOPIA ES EL COPYRIGHT DE DIOS

La incredulidad de Zacarías, quien pedía pruebas, por considerar que tanto su senectud como la de su mujer no ofrecían garantía alguna de éxito para la empresa que se le anunciaba, se tradujo en «sordomudez». A María, en cambio, que no ha pedido prueba alguna que confirmara la profecía, el ángel añade una señal: «Y mira, también tu pariente Isabel, en su vejez, ha concebido un hijo, y la que decían que era estéril está ya de seis meses, porque para Dios no hay nada imposible».
La repetición, por tercera vez (1,7.18.36), del tema de la «vejez/esterilidad» sirve para recalcar al máximo la situación límite en que se encontraba la pareja; la repetición del tema de los «seis meses» constituye el procedimiento literario más idóneo para enmarcar (abre y cierra el relato) el nacimiento del Hombre nuevo en el «día sexto» de la nueva y definitiva creación. La fuerza creadora de Dios no tiene límites: no sólo ha devuelto la fecundidad al Israel religiosamente estéril, sino que ha recreado el Hombre en el seno de una muchacha del pueblo cuando todavía era «virgen», sin concurso humano, excluyendo cualquier atisbo de tradición paterna que pudiese poner en peligro la realización del proyecto más querido de Dios.


EL «NO» DEL HOMBRE RELIGIOSO Y EL «SI» DE LA MUCHACHA DEL PUEBLO

Zacarías no dio su consentimiento, pero Dios realizó su proyecto (lo estaba «esperando» el pueblo). María, en cambio, da su plena aprobación al anuncio del ángel: «Aquí está la sierva del Señor; cúmplase en mí lo que has dicho». María no es «una sierva», sino «la sierva del Señor», en representación del Israel fiel a Dios (Is 48,8.9.20; 49,3; Jr 46,27-28), que espera impaciente y se pone al servicio de los demás aguardando el cumplimiento de la promesa.
El doble anuncio del ángel termina lacónicamente: «Y el ángel la dejó» (1,38b). La presencia del mismo mensajero, Gabriel, que, estando «a las órdenes inmediatas de Dios», «ha sido enviado» a Zacarías (Lc1,19b), primero, apareciéndosele «de pie a la derecha del altar del incienso» (Lc1,11), y luego «ha sido enviado por Dios» nuevamente a María (1,26), presentándose en su casa con un saludo muy singular, pero sin darle más explicaciones (Lc1,28), une estrechamente uno y otro relato. Por eso, sólo una vez ha concluido su misión, se comprueba su partida.
La descripción de la primera pareja, formada por Zacarías e Isabel, reunía los rasgos característicos de lo que se consideraba como la crema del árbol genealógico del pueblo escogido: Judea/Jerusalén, región profundamente religiosa; sacerdote, de origen levítico; estricto observante de la Ley; servicio sacerdotal en el templo, entrada en el santuario del Señor para ofrecer el incienso el día más grande y extraordinario de su vida, constituyen la imagen fiel del hombre religioso y observante. Pese a ello, la pareja era estéril y ya anciana, sin posibilidad humana de tener descendencia; ante el anuncio, Zacarías se alarmó, quedó sobrecogido de espanto, replicó, se mostró incrédulo, pues no tenía fe en el mensajero ni en su mensaje. El Israel más religioso había perdido toda esperanza de liberación, no creía ya en lo que profesaba, sus ritos estaban vacíos de sentido.
La descripción de la segunda pareja, todavía no plenamente constituida, formada por María desposada con José, pero sin cohabitar con él (los esponsales eran un compromiso firme de boda: podían tener lugar a partir de los doce años y generalmente duraban un año), invierte los términos: Galilea, región paganizada; Nazaret, pueblo de guerrilleros; muchacha virgen, no fecundada por varón; de la estirpe davídica por parte de su futuro consorte: es la imagen viviente de la gente del pueblo fiel, pero sin mucha tradición religiosa.
No obstante, María ha sido declarada favorecida, goza del favor y de la bendición de Dios, se turba al sentirse halagada, tiene fe en las palabras del mensajero, a pesar de no verlo humanamente viable, cree de veras que para Dios no hay nada imposible. Lo puede comprobar en su prima Isabel, la estéril está embarazada, y ofrece su colaboración sin reticencias. El sí de María, dinamizado por el Espíritu Santo, concebirá al Hombre­Dios, el Hombre que no se entronca -por línea carnal- con la tradición paterna, antes bien, se acopla a la perfección -por línea espiritual- con el proyecto de Dios.



La lectura del evangelio de san Lucas nos es muy familiar porque en la Biblia leemos muchas anunciaciones, muchas vocaciones. Podemos decir que aquí no se trata solo de la anunciación a María, sino también de su vocación. Es llamada a colaborar decididamente en el plan de Dios. Se espera su consentimiento a los planes del Padre, su entera sumisión a su voluntad. Y se le revela que Dios la ha amado y dotado de una gracia sobreabundante en atención a la misión que se le confía: la de ser madre del Mesías. Leemos que María terminó manifestando total disponibilidad a esa misión. Sus palabras son ejemplares: "aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".
Ahora María espera el nacimiento del hijo concebido en su seno con la gracia y el poder creador de Dios.
Y nosotros ¿qué esperamos?

Se nos propone asumir en Adviento las actitudes de María: humilde disponibilidad a la voluntad de Dios sobre nosotros, gozosa acogida de su palabra, fidelidad a nuestra vocación de cristianos y a la tarea que a cada uno nos ha asignado Dios en su Iglesia. Seguros de que participamos también de la gracia sobreabundante con que María fue dotada, y de que se espera de nosotros, del pueblo de Dios, que, como María, hagamos nacer a Cristo en el corazón de tantos y tantos que no lo conocen, que no han escuchado su palabra de salvación.


A riesgo de que a algunos no os parezca todo lo ortodoxo que sería deseable, y plenamente consciente de que muy ortodoxo no es; propongo para este rato de silencio, el siguiente ejercicio-oración de imaginación...






Estaban Ana, Cari, Fernando, Esther, Mario, Marta, Susana, Silvia, Quique, Alberto.... juntos pensando y rezando, cuando apareció un ángel... vamos, un mensajero de Dios, vamos que parecía que Dios hablaba por su boca... o que se había dado cuanta de algo concerniente a Dios y lo quería contar... o lo que sea, pero parecía que Dios hablaba... Se quedaron flipados, claro...
Dijo:

Mario, alégrate, Ana, Cari, alegraros, Fernando, alégrate, Esther, Marta, todos alegraros.
Tranquilos, el Señor está con vosotros.
Vais a dar a luz al salvador. Vais a poner luz en el mundo, vais a ser la luz del mundo.

¿Cómo sucederá eso? ¿Cómo voy a hacer yo eso?....  

El Espíritu os cubrirá, os llenará y tendréis la fuerza del Altísimo, y esa luz será Enmanuel, esa luz será Dios-con-vosotros. Será la luz de Dios en vosotros iluminando los caminos de todos sus hijos.

Para Dios no hay nada imposible

Aquí estoy, Señor, para servirte ¿?
Hágase en mí según tu palabra... ¿?

Y cuando salieron, les contaron a los demás lo que había pasado... algunos les tomaron por locos, pero ellos se sentían.... sentían a Dios con ellos...





A María el Ángel le dijo:
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

En la versión bíblica:
Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en tu seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, porque no hay nada imposible para Dios.



A ti ¿qué te dice tu ángel?
¿Cómo sería, cómo es la “Salve” dirigida a ti?.
¿Cómo es tu Magnificat?


Con la inestimable colaboración en los comentarios bíblicos de:
Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica), distribuido en España por Ediciones El almendro, Córdoba
RETIRO DICIEMBRE 2011 - ORACIÓN DE LA MAÑANA

¿NO VIERON VUESTROS OJOS LA LUZ?

Canto: Il Signore ti ristora, Dio non alontana. Il Signore viene ad incontrarti, viene ad incontrarti.
El Señor te restaura, Dios no está lejos. Viene a tu encuentro, viene a tu encuentro

Meditación:
Rezar en adviento es alabar a Dios y abrir nuestro corazón a la espera.
Esperar que Dios cumpla su palabra hoy con nosotros, como la cumplió con el pueblo de Israel, como la cumplió con María.
Esperar que el Señor, como vino un día, venga de nuevo... siempre hay zonas de nuestra persona que están cerradas a Dios. Siempre ponemos alguna dificultad al Señor que viene. Siempre cerramos laguna puerta para que no entre totalmente... por eso nuestro grito de Adviento es “Ven, Señor Jesús”
Rezar en Adviento es admitir que cuando venga el Señor a nosotros, va a pasar algo. Cuando Dios llega, siempre pasa algo.
Rezar en Adviento es preparar la presencia de Dios entre nosotros.

Rezar en Navidad es dejar que nuestro corazón se llene de alegría y de alabanza con la noticia que se nos da: “Os ha nacido un salvador”
Rezar en Navidad es sentirnos como María, sin palabras, ante un Dios que se empeña en querernos tanto que no logramos entenderlo muy bien, rezar en navidad es guardar sus palabras y meditarlas en silencio en el corazón.
Rezar en Navidad es escuchar la palabra y hacer que tenga un sitio para que nazca y crezca en nosotros y así se revele a los demás.


Canto: C’est toi ma lampe, Seigneur. Mon Dieu éclaire ma ténèbre. Seigneur, mon Dieu éclaire ma ténèbre. Seigneur, mon Dieu éclaire ma ténèbre
La luz de luz eres tú, Señor disipa mis tinieblas. Oh Dios, mi Dios, disipa mis tinieblas


Aleluya
Señor tú eres mi lámpara; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas (Salmo 18.)
Tu palabra es lámpara para mis pasos y luz para mi sendero (Salmo 118, 105)
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿A quién temeré? (Salmo 26)


Lectura: Jn 8, 12
Yo soy la luz del mundo; quien me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.


Canto: Christe lux mundi, qui sequi turte, habebit lumen vitae, lumen vitae.
Cristo, luz del mundo, quien te sigue tendrá la luz de vida, la luz de vida


Silencio



Oración
¿No oíste sus pasos silenciosos?
El viene, viene, viene siempre.
En cada instante, en cada edad, todos los días y todas las noches,
el viene, viene, viene siempre.
He cantado muchas canciones y de mil maneras; pero siempre decían sus notas:
El viene, viene, viene siempre.
En los días fragantes del soleado Abril, por la vereda del bosque,
El viene, viene, viene siempre.
En la oscura angustia lluviosa de las noches de Julio, sobre el carro atronador de las nubes
El viene, viene, viene siempre
De pena en pena mía, son sus pasos los que oprimen mi corazón
y el dorado roce d e sus pies y es lo que hace brillar mi alegría.
Rabindranath Tagore

Cantos
Christe Jesu lumen cordium laudabote Cristo Jesús, luz del corazón te alabo

Nothing can ever come between us and the love of God
The love of God reveales to us in Christ Jesus Ooooooooh
Nada nos puede separar del amor de Dios, el amor revelado en Cristo Jesús

Jésus le Christ, lumière intérieure, ne laisse pas mes ténèbres me parler
Jésus le Christ, lumière intérieure, donne moi d´accueillir ton amour.
Cristo Jesús, oh fuego que abrasa, que las tinieblas en mí no tengan voz. Cristo Jesús, disipa mis sombras. Y que en mí sólo hable tu amor

Wait for the Lord whose day is near. Wait for the Lord: keep watch, take heart
Espera al Señor cuyo día está cerca. Espera al Señor, mantente alerta.






















RETIRO DICIEMBRE 2011 - ORACIÓN DEL MEDIODÍA

YO SOY LA LUZ DEL MUNDO, VOSOTROS SOIS LA LUZ DEL MUNDO

Canto: Il Signore ti ristora, Dio non alontana. Il Signore viene ad incontrarti, viene ad incontrarti.
El Señor te restaura, Dios no está lejos. Viene a tu encuentro, viene a tu encuentro


Meditación:

Cuando Dios llega siempre pasa algo. Él es la luz del mundo, él es mi luz. Y esa luz brilla tanto que es imposible que no se refleje en mi rostro y los demás la vean. Esa presencia ilumina tanto, calienta tanto, que es imposible que mi vida no quede transformada. Por eso, aunque desde luego es él, y nada más que él la Luz del mundo, todo el que camina ante el Señor es luz de las naciones para gloria de Dios y alegría de los hombres.
Pero no siempre es así. Y cuando no es así es porque yo tengo mi lámpara guardada, tapada. Y es que hay en mi zonas en tiniebla. Por eso mi oración es una y otra vez: ven Señor, ilumina mi vida, disipa mis tinieblas.
Y porque siempre estás ahí iluminando mi camino, mi canto es un canto de alabanza.



Canto: C’est toi ma lampe, Seigneur. Mon Dieu éclaire ma ténèbre. Seigneur, mon Dieu éclaire ma ténèbre. Seigneur, mon Dieu éclaire ma ténèbre
La luz de luz eres tú, Señor disipa mis tinieblas. Oh Dios, mi Dios, disipa mis tinieblas



Aleluya
Isaías. 42, 5-7
Yo, el Señor te he llamado para la justicia, te he cogido de la mano, te he formado
yo, el Señor, te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones
Para que abras los ojos a los ciegos, saques a los cautivos de prisión
para que libres de la oscuridad a los que habitan en las tinieblas


Lectura: Mt 5, 14-16
Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad construida sobre un monte. No se enciende un candil para taparlo con un celemín, sino que se pone en el candelero para que ilumine a todos los de la casa. Brille vuestra luz ante los hombres de modo que, al ver vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre del cielo.


Canto Christe lux mundi, qui sequi turte, habebit lumen vitae, lumen vitae.
Cristo, luz del mundo, quien te sigue tendrá la luz de vida, la luz de vida


Silencio

Oración
Que tu palabra, Señor, penetre en nuestros corazones Que en ellos nazca la esperanza del encuentro con tu luz, luz para nuestras tinieblas y aliento en nuestro caminar.
Señor, haz que no nos falte nunca el silencio que nos permita escucharte y acogerte en nuestra vida; que seamos dóciles a tu palabra que tengamos un corazón silencioso para acoger tu sabiduría
Concédenos, Señor,  nacer a una esperanza nueva y que tu Espíritu esté siempre con nosotros.



Cantos
Christe Jesu lumen cordium laudabote Cristo Jesús, luz del corazón te alabo

Venite, exultemus Domino, venite, adoremus
Venid, cantemos gozosos al Señor, venid, adoremos

Wait for the Lord whose day is near. Wait for the Lord: keep watch, take heart
Espera al Señor cuyo día está cerca. Espera al Señor, mantente alerta.

Laudate omnes gentes, laudate Dominum. Laudate omnes gentes, laudate Dominum.
Alabe todo el mundo, alabe al Señor. Alabe todo el mundo, alabe a nuestro Dios































RETIRO DICIEMBRE 2011 - ORACIÓN DE LA TARDE

A LOS QUE LA RECIBIERON LES DIO PODER PARA SER HIJOS DE DIOS

Canto: Bogoroditse Dievo, raduisia, blagodatnaia Marie, Gospodis toboiu: blagosloviena ty v zenah, i blagoslovien plod tchrieva tvoiego, iako Sapasa rodila iesidus nasih.
Oh Virgen María, tú que has dado a luz a Cristo que es Dios, alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Bendita eres entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre: el Salvador de nuestras vidas que tú has dado a luz


Canto C’est toi ma lampe, Seigneur. Mon Dieu éclaire ma ténèbre.
Seigneur, mon Dieu éclaire ma ténèbre. Seigneur, mon Dieu éclaire ma ténèbre
La luz de luz eres tú, Señor disipa mis tinieblas. Oh Dios, mi Dios, disipa mis tinieblas


Meditación
Todos somos llamados por Dios, nos llama por nuestro nombre, nos conoce y nos quiere. Se presenta ante nosotros en múltiples formas y maneras. Nos cuida, nos habla, nos acompaña en el camino. Y nosotros, como los de Emaus no le reconocemos, hay veces que ni cuando parte el pan somos capaces de verle. Pero, como los de Emaus, ¿no arden también nuestros corazones?
Nosotros, como ellos, ¿saldremos corriendo de vuelta, anunciando su noticia, compartiendo la luz que hemos recibido?.
Hoy la buena noticia es: nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Luz del mundo, alegría de los hombres, paz del corazón. Nosotros somos testigos privilegiados y nuestros corazones arden.
Cuando Dios viene, siempre pasa algo. El Señor quiere que seamos su luz ante los hombres.
Y nos dice:
Felices quienes siguen confiando, a pesar de las muchas circunstancias adversas de la vida.
Felices quienes tratan de allanar todos los senderos: odios, marginaciones, discordias, miedos, enfrentamientos, injusticias.
Felices quienes bajan de sus cielos particulares para ofrecer esperanza y anticipar el futuro, con una sonrisa en los labios y con mucha ternura en el corazón.
Felices quienes aguardan, contemplan, escuchan, están pendientes de recibir una señal, y cuando llega el momento decisivo, dicen: sí, quiero, adelante, sea, en marcha.
Felices quienes denuncian y anuncian con su propia vida y no sólo con meras palabras.
Felices quienes rellenan los baches, abren caminos, abajan las cimas, para que la existencia sea para todos más humana.
Felices quienes son luz de Dios con su ejemplo y sus obras.
Felices quienes cantan al levantarse, quienes proclaman que siempre hay un camino abierto a la esperanza, diciendo: "No tengáis miedo, estad alegres. Dios nace cada día en tu corazón para ser la luz de tu vida”
El Señor viene y quiere el año de gracia del Señor, el Reino de Dios en la tierra.
Y “a los que le reciben, les da poder para ser hijos de Dios”... nosotros somos su luz y sus manos.


Canto Benedictus qui venit, benedictus qui venit, in nomine, in nomine, in nomine Domini.
Bendito el que viene en nombre del Señor



Aleluya
Isaías. 9, 1; 49, 6 y 58, 10
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz intensa
Te hago luz de las naciones para que mi salvación llegue a los confines de la tierra.
Si das al hambriento y sacias al oprimido, brillará tu luz en las tinieblas,
tu oscuridad se tornará resplandor de mediodía.


Lectura: Juan 1
1 En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Lo que se hizo 4 en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres,
 5 y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
9 La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo.
10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.
11 Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
12 Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios,


Canto: Christe lux mundi, qui sequi turte, habebit lumen vitae, lumen vitae.
Cristo, luz del mundo, quien te sigue tendrá la luz de vida, la luz de vida


Silencio. Kirie. Padre Nuestro


Oración
Cuando cesan los ruidos comienza la canción del corazón
se desatan las lenguas del Espíritu y Dios es cercanía en viva voz
El Dios que habla en el silencio del corazón, está con nosotros
Que mi silencio, Señor, de lugar a tu palabra
Quiero ser silencio como tú, silencio que lo diga todo.
Silencio que diga presencia.


Cantos
Qui regarde vers Dieu resplendirá, sur son visage, plus d’amertume, sur son visage, plus d’amertume. oooooooo. (Los que miran al Señor refulgirán. No habrá sonrojo en su semblante)
I am sure I shall see the goodness of the Lord in the land of the living
I am sure I shall see the goodness of our God, hold firm, trust in the Lord
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, se valiente, ten ánimo, espera en el Señor
Fiez-vous en lui, ne craignez pas. La paix de Dieu garde-ra vos coeurs. Fiez-vous en lui. Alleluia, alleluia!. (Fiaos de Él, no temáis. La paz de Dios guardará vuestros corazones. Aleluya, Aleluya)
See I am near says the Lord See, I make all things new.    Oooooo
Lo ves, estoy cerca, dice el Señor. Mira. hago nuevas todas las cosas
Laudate Dominum, laudate Dominum, omnes gentes, alleluia
Alabad al Señor, alabad al Señor, todos los pueblos, aleluya
Sit nomen  Domini sit benedictum. Nunc et in saecula benedictum.
Bendito sea el nombre del Señor ahora y por siempre

Oración del 16 de diciembre de 2011

“El SEÑOR ESTÁ CERCA. PREPARAD VUESTRO CORAZÓN”

Canto: Venite, exultemus Domino, venite adoremus.
(Venid, cantemos gozosos al Señor. Venid, adoremos.)

Canto: Notre âme attend le Seigneur. En lui la joie de notre coeur.
(Nuestra alma espera al Señor. En él la alegría de nuestro corazón)

Meditación.
Estamos llegando al 4º Domingo de Adviento. El Señor está ya muy cerca y nos pide una vez más entrar en nuestras vidas. Probablemente estos días estamos un poco perdidos entre el bullicio de las calles, los adornos y las luces. Quizás todavía no nos hemos planteado qué ocurre con nuestro corazón. ¿Está ya dispuesto para la venida del Salvador? Aún es tiempo de abrir nuestro interior al Señor, de eliminar las barreras que impiden su llegada a lo más profundo de nuestro ser, de dejar a la vista lo que somos sencillamente, sin adornos, de olvidar nuestros miedos y permitir que su acción renueve nuestra historia. Si realmente queremos que algo cambie en nuestra vida, en nuestra sociedad, ese es el camino. La verdadera renovación no se produce porque cambien las circunstancias, sino porque Dios está más presente en nuestro corazón. Sólo El puede proporcionarnos una alegría que perdura incluso en las situaciones más adversas. No estamos solos en esta tarea, el Espíritu Santo nos acompaña y nos ayuda a abandonar nuestro cobarde corazón y dar así un vuelco a nuestra existencia.
¡El Señor está cerca, preparemos nuestro corazón! El nos traerá la salvación.

Canto: In the Lord, I’ll be ever thankful, in the Lord I will rejoice! Look to God, do not be afraid. Lift up your voices, the Lord is near (En el Señor estaré agradecido, en el Señor me alegraré. Mirad a Dios, no temáis. Alzad vuestras voces, el Señor está cerca)

Salmo 51
Tú amas la sinceridad de corazón
y me enseñas la sabiduría en mi interior…
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, 

y renueva la firmeza de mi espíritu. 

No me arrojes lejos de tu presencia 

ni retires de mí tu santo espíritu. 

Devuélveme la alegría de tu salvación, 

que tu espíritu generoso me sostenga.


Lectura bíblica:

“Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; El mismo vendrá y os salvará.”
(Isaías 35, 2-4)

Canto: Wait for the Lord, whose day is near, wait for the Lord keep watch take heart. (Espera en el Señor, su día está cerca; espera en el Señor, mantente en vela, sé valiente)


Silencio. Kyrie eleison. Oración de la Iglesia. Padre Nuestro

Oración final:

Espíritu de Dios vivo, aquí estamos en espera. Saber que tú rezas en nosotros reanima nuestra confianza. Para acogerte nos pides una gran sencillez de corazón, hasta el punto de presentarnos tal como somos, negándonos a llevar cualquier tipo de máscara, o cualquier otra cosa que vele tu reflejo depositado en cada uno. Y lo que nos pides tú nos lo das: feliz el limpio de corazón porque verá lo que es de Dios. (H. Roger de Taizé)
           

Cantos: Ostende nobis Domine, misericordiam tuam. Amen, amén. Maranatha, maranatha. (Muéstrame, Señor, tu misericordia. Amén. Ven pronto)

          Dona la pace Signore a qui confida in te. Dona, dona la pace Signore, dona la pace. (Da la paz, señor, a quien confía en ti)
         
Bless the Lord, my soul, and bless God´s holy name. Bless the Lord, my soul, who leads me into life. (Bendice al Señor, mi alma, y bendice el nombre sagrado de Dios. Bendice al Señor, mi alma, que me guía en la vida.)

Behüte mich, Gott, ich vertraue dir, du zeigst mir den Weg zum Leben. Bei dir ist freude, freu de in Fülle. (Guárdame Dios, porque confío en ti. Me enseñarás el camino de la vida, me colmarás de gozo en tu presencia.) 

Sit nomen Domini, sit benedictum. Nunc et in saecula benedictum. (Bendito sea el nombre del Señor ahora y por siempre)

Qui regarde vers Dieu resplendira, sur son visage, plus d´amertume, sur son visage, plus d´amertume. (Los que miran al Señor refulgirán, no habrá sonrojo en su semblante)