martes, 28 de junio de 2011

Oración del 24 de junio de 2011

SEÑOR, TÚ SABES QUE TE AMO


Himno: Alleluia alleluia alleluia
            Rendez grâce au Seigneur, car il est bon, éternel est son amour alleluia Rendez grâce a á Jesús Ressuscité, éternel est son amour alleluia
Rendez grâce a á l’Esprit Créateur, éternel est son amour alleluia
( Demos gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su amor
                Demos gracias a Jesús Resucitado, porque eterno es su amor.
                Demos gracias al Espíritu Creador porque eterno es su amor )

Canto: See I am near says the Lord; see I make all things new
            ( Mira, estoy aquí, dice el Señor, mira hago todas las cosas nuevas)

Meditación.
           
Cada día volvemos nuestro rostro a Dios porque nos sabemos sostenidos y amados por Él, y deseamos recordarlo y que Él mismo confirme nuestro corazón en esta confianza. Ese amor de Dios lo hemos recibido a través de Jesucristo resucitado, que cada día también está a la puerta de nuestro corazón preguntándonos: ¿Me amas? ¿Es que necesita Jesús saber si le amamos? Él conoce el corazón humano, tal vez mejor que el hombre mismo. Tal vez lo hace para que en nosotros se mantenga esta certeza: el amor de Cristo es lo que sostiene nuestra vida, nuestra vocación. No hay nada más importante. Y ese amor a Cristo nace de sentirnos amados por Él. Él bien podría decirnos: “Te conozco; en medio de tus dudas, pruebas y temores, sé que me amas. Confía en ti, confía en que mi espíritu de amor te habita y que de él brota continuamente el impulso de amarme y de amar a tus semejantes. “ Cristo nos invita a una confianza sencilla, renovada cada día de nuestra vida. ¿podremos decirle a cada instante: Jesucristo, en ti confío? Sólo así, nuestro corazón vivirá anclado en la verdadera Vida, estemos donde estemos, sea cual sea el estado de nuestra alma.

Canto: Oh oh oh oh JesuChriste oh oh oh oh in te confio


Del libro de los Salmos

El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres.

El modeló cada corazón y conoce todas sus acciones.( 32 )
Señor, tu me sondeas y me conoces, de lejos penetras mis pensamientos.
No ha llegado la palabra a mi boca y ya te la sabes toda, me estrechas detrás y delante

Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno.

Te doy gracias porque conoces hasta el fondo de mi alma

Señor, sondéame para conocer mi corazón, guíame por el camino eterno. ( 138 )


Lectura bíblica

            Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos y comiendo con ellos, le preguntó a Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos Él le contestó: “ Sí, Señor, Tú sabes que te quiero” Le dije Jesús: “Apacienta mis corderos”Vuelve a decirle por segunda vez: “Simón de Juan, ¿me amas más?” Él le responde: “  Si, Señor tu sabes que te quiero” Le dice Jesús: “Apacienta mis ovejas” Jesús le dice por tercera vez: “ ¿Me quieres?” Y Pedro le dijo: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”                                                                       -   Jn 21, 15 – 19 -

Canto: Viespatie, tu viska zinai. Tu zinai, kadtave myliu

            (  Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo )

Silencio. Kyrie eleison con intervenciones breves. Padre Nuestro.

Oración final:

           

Dios que nos amas,

 por muy pobre que sea nuestra oración,

te buscamos con confianza.

Y tu amor se abre un camino a través de nuestras indecisiones

e incluso de nuestras dudas

Cantos: Cantate Domino canticum novum alleluia alleluia Cantate Domino omnis  

            terra alleluia alleluia  ( Cantad al Señor un cántico nuevo toda la tierra aleluya )

Ubi caritas et amor ubi caritas Deus ibi est
( Donde hay caridad y amor allí está Dios )
            Sit nomen Domini sit benedictum. Nunc et in saecula benedictum.
            ( Sea bendecido el nombre del Señor ahora y siempre )
            Kristus, din Ande i oss är en  källa med porlande vatten.
            ( Cristo, tu Espíritu dentro de nosotros es una fuente de agua viva )
                Laudate Dominum laudate Dominum omnes gentes alleluia ( bis )
( Alabad al Señor todas las naciones )



Introducción bíblica del retiro del 18 de junio de 2011

¿QUÉ TENEMOS QUE HACER?



Escena de Pentecostés. Pedro se dirige al gentío:
“Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús el Nazoreo, hombre acreditado por Dios con milagros, prodigios y signos que Dios realizó por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a este, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de unos impíos; a éste Dios le resucitó librándole de los lazos del Hades, pues no era posible que lo retuviera bajo su dominio...
...Sepa, pues, con certeza todo Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a ese Jesús a quien vosotros habéis crucificado.
Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué hemos de hacer hermanos? Pedro les contestó: Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo... (Hch 2, 22-24; 36-38)

Rememoramos la escena de Pentecostés. Atraídos por el extraño y ruidoso vendaval[1] el gentío se ha congregado en la casa donde estaban los apóstoles. Pedro proclama que Dios a resucitado a Jesús y le ha constituido “Señor” y “Cristo”.
            Conmovidas, muchas personas sienten que aquello les afecta de manera muy directa y preguntan: ¿Qué hemos de hacer?  Si hacen la pregunta es porque no tienen la respuesta; se han quedado perplejos.

            Pues bien, muchos cristianos de nuestra época, especialmente laicos, sentimos una perplejidad semejante. Conmovidos por la vida, muerte y resurrección de Cristo, sentimos que ese acontecimiento, si fuese el eje central de nuestra existencia, le daría a nuestras vidas un brillo que todavía no tienen. Y nos viene la misma pregunta que a aquella gente: ¿qué tenemos que hacer para que la luz de Cristo brille en nuestra carne mortal[2]?

            La respuesta que da Pedro a esa pregunta parece sencillísima: convertíos y bautizaos. Pero, a la hora de la verdad, la cosa tiene muuuucha  miga.

            Entre los que estamos hoy aquí podemos juntar una colección de intentos de salir de esa perplejidad tratando de cumplir la indicación de Pedro de “convertíos y bautizaos”, es decir, de encontrar un modo de vida a la manera de Jesús. Pero repasando esa colección de intentos, nos damos cuenta que vamos poco a poco saliendo de la perplejidad, pero no tanto por saber “que hacer” cuanto por haber descubierto “que no hacer”, lo que no es poco. Es lo que tienen los intentos fallidos, que parecen pérdidas de tiempo, pero no lo son. Sin embargo, el tema es muy delicado, pues una orientación incorrecta de nuestra vida de discípulos/as puede llevar a decisiones  que traigan penalidades innecesarias (si son necesarias bienvenidas sean).

            Empecemos por la primera indicación: “convertíos”. Ya sabemos que quiere decir “cambiar de mentalidad”, con todo lo que eso conlleva, vivir como vivió Él, escribió Juan. Pero una lectura ligera del texto nos dejaría con la idea de que la conversión es algo puntual, algo que sobreviene de la conmoción de escuchar a los Apóstoles empapados del Espíritu. Pero sabemos que no era así; más que un momento era un proceso lento, una gestación, que en los primero siglos duraba de dos a cuatro años. Ya lo hemos citado en algún retiro anterior: aquello se llamaba catecumenado. Pero hay que usar esta palabra con sumo cuidado, pues se ha desgastado a base de usarla para cualquier cosa. Algunos hemos completado más de un “catecumenado” que se parecía a los procesos de conversión de los primeros tiempos lo que un huevo a una castaña.
            Hoy por hoy, no tenemos los medios y conocimientos para reproducir estos catecumenados. Pero no por eso vamos a pasar por alto la respuesta de Pedro a nuestra pregunta “¿qué tenemos que hacer?”

            Convertirnos, cambiar de mentalidad, cambiar de vida. Iniciar un proceso lento, un camino que se recorre pausadamente y que conduce a la paz que supera todo conocimiento, a la vida eterna, al reino de Dios. Nos ha parecido que ese camino tendría varias dimensiones que habría que recorrer a la vez. Para hoy hemos elegido cuatro de ellas. Veámoslas.

Dimensión espiritual.
            Desde este punto de vista la conversión no tiene que ver, en modo alguno, con un esfuerzo por nuestra parte. Apretando los dientes solo conseguiremos hacernos daño en la boca. Se trata más bien de lo contrario, de dejarse llevar por el “viento” del Espíritu. Nuestro único esfuerzo es desplegar y orientar las velas para que ese viento nos lleve. Un importante precaución es evitar suplantar al Espíritu, volviendo a una eterna repetición del pecado de Adán y Eva de apartar a Dios para ser ellos dioses. Mientras escribo esto me desespero buscando palabras y frases que expliquen bien este punto crucial. Pero prefiero recurrir –una vez más, perdonadme por repetirme- al que lo explicó mucho mejor que yo lo haría:
Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensen ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho mas progreso harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejando aparte el buen ejemplo que de si darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración...Cierto entonces harían más y con menos trabajo con una obra que con mil, mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales con ella; porque, de otra manera, todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño. Porque Dios os libre que se comience a envanecer la sal, que aunque más parezca que se hace algo por de fuera, en substancia no será nada, cuando está cierto que las buenas obras no se pueden hacer sino en virtud de Dios. (CB 29, 3)  San Juan de la Cruz

            Repasemos en castellano moderno lo que quiere enseñar San Juan. Nos dice a los que somos muy “activos” (no muy contemplativos), a los militantes de muchas cosas, a los que dedican tanto tiempo como pueden a voluntariados o tareas parroquiales, nos dice que más valdría si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración[3]... Algunos de nosotros no entrarán en ese perfil de voluntarios hiperactivos, pues la vida no les deja resquicio para otra cosa que las dedicaciones profesionales y familiares. Pero la cosa es igual para ellos: si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración... Otra cosa es que sea imposible hacerlo, pero no vamos a arredrarnos por un inconveniente de nada.
            Añade que entonces seríamos mucho más eficaces: harían más y con menos trabajo con una obra que con mil, por haber cobrado fuerzas espirituales con ella. Nos está diciendo que las obras admirables de personas como la madre Teresa o el hermano Roger, no se hicieron con sus propias fuerzas, sino con la del Espíritu, de cuya fuerza se habrían cargado por ser gente de oración. Recuerdo haber leído en las memorias de Gandhi como había personas que con una convicción exclusivamente ideológica, intentaban seguir el camino de la no-violencia y acababan representando un patético papel, cuando les salía a relucir lo que llevaban dentro, es decir, su naturaleza humana, y no la fuerza del Espíritu. La madre Teresa decía lo mismo de otra manera: no permitía que una novicia se comprometiera a vivir sirviendo a los más pobres hasta no estar segura de que estaba viendo el rostro de Cristo en cada persona sufriente.

            Lo que acabo de decir puede sonar a “música celestial”, a no tener los pies en la tierra. Pero seguro que algunas personas confirmarán esta sensación mía de haber dedicado muchísimo tiempo a generosas actividades, a militancias y voluntariados con muy poco “éxito”, es decir, sin lograr que nuestros esfuerzos sirvieran de gran cosa a alguien. Y es que Juan advierte lo que le espera a quien no dedica tiempo a cultivar su espiritualidad:  porque, de otra manera, todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño. Amarga experiencia es esta. Pensemos en la utopías materialistas del siglo XX, que arrastraron a millones de personas a luchar por la construcción de un paraíso en la tierra y acabaron construyendo infiernos.
            En contraste podemos recordar al hermano Roger  retirándose a rezar a un pueblo olvidado de la campiña francesa, ¡y la que se organizó! Algo parecido en Buenafuente, en el ashram de Gandhi[4] y en tantos otros sitios. Baste recordar las escenas del Evangelio en que Jesús se retira a orar antes de que amanezca.

            Nuestro místico termina su párrafo con la clave del asunto:  las buenas obras no se pueden hacer sino en virtud de Dios. De nuestra naturaleza humana no puede proceder la capacidad de hacer el bien más que en forma muy limitada. Sin la influencia del Espíritu, sin la gracia, nuestras acciones se tiñen de lo que llevamos dentro.  Jesús lo dijo así: Si abrís vuestro corazón a Dios, haréis cosas como las que yo hago, y aun mayores[5]
Insistiendo en lo mismo, San Juan advierte: Porque Dios os libre que se comience a envanecer la sal, que aunque más parezca que se hace algo por de fuera, en sustancia no será nada. Es una referencia obvia al texto evangélico: Vosotros sois la sal del mundo; y si la sal se vuelve sosa, ¿quién la salará? (Mt 5, 13). Una pequeña cantidad de sal da sabor a toda la olla. Se refiere, claro, al sabor de Dios. Pero si la sal –los discípulos- pierden el sabor de Dios –por falta de oración-, los esfuerzos que hagan serán en vano en  buena medida (un poco más que nada).

El problema para llevar esto a la práctica tiene que ver con nuestra mayor pobreza, con nuestra mayor carencia: tiempo. No tenemos tiempo.  Más adelante volveremos sobre este “pequeño” detalle.


Dimensión ética

            Dos palabras equivalentes ética y moral, tienen la misma raíz etimológica: las dos significan costumbres, manera de comportarse. Para un pagano –una persona poco espiritual, podríamos decir, para que no suene despectivo- considerará que la moral sirve para favorecer la convivencia entre las personas. Así, si todos nos sometemos a ciertas normas de comportamiento, podremos estar juntos sin que la cosa acabe como el rosario de la aurora. Ya citamos la utilidad que el pagano Napoleón le veía a la religión católica: Cada cura me ahorra diez gendarmes. ¿Debemos pensar entonces que para eso sirve la moral cristiana? Si así fuera, ahora que hemos aprendido a convivir en democracia con una moral cívica no-religiosa[6], podríamos desechar la fe como algo obsoleto. Pero la ética cristiana, aunque indudablemente favorece la convivencia, es algo más. Es un camino que conduce al reino de Dios, al mundo nuevo donde habite la justicia, un camino de vida eterna. Y es una moral que va mucho más allá de lo necesario para convivir, y a veces es fuente de conflicto y persecución. 

            Antes que los apóstoles, Jesús también recibió la pregunta “¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” por parte del joven rico (Mc 10, 17-22). Su respuesta inicial  refiere al joven a los diez mandamientos. Es por tanto una respuesta moral, expresada con un código de conducta muy sencillo, que puede iluminar mucho la vida espiritual si no lo contaminamos con laxismos o rigorismos[7]. ¿Cómo evitar caer en esos extremos[8]? Dos armas tenemos para evitarlo. La primera el sentido común. Y la otra la conciencia, que siempre tiene la última palabra en la decisión moral. Y en caso de dilemas de conciencia, el difícil arte del discernimiento.

            Pero sigamos con el joven rico. Le dice a Jesús que todo eso ya lo ha cumplido desde niño. Es decir, que no le basta con los diez mandamientos, siente que puede ir más lejos en este camino que lleva a la casa del Padre. Muchos hemos sentido una inquietud parecida. De la fascinación por Jesús surgió una sed que no se nos calma solo con ser buena persona y acudir a la iglesia los domingos. El corazón nos dice que podemos encontrar tesoros mayores. Y eso nos lleva a otra dimensión de la pregunta que nos ocupa.

Dimensión vocacional

            Lo primero que viene a la cabeza cuando citamos la palabra “vocación” es una elección profesional: “Yo siempre tuve vocación de abogado”. Sin restarle valor, no nos referimos exactamente a esto.
            Lo segundo que viene a la cabeza aquí en este rincón tan piadoso es la vocación religiosa. “Tener vocación de capuchino, o de clarisa, o de sacerdote”. Tampoco queremos depreciar en absoluto estas vocaciones “colectivas”. Pero hoy queremos hablar de otra cosa exclusivamente individual.
Como es sabido, el  vocablo “vocación” viene del verbo latino vocare, “llamar” en nuestro idioma. Podemos y debemos pensar en una llamada de Dios a cada uno por su propio nombre. Y ya no hablamos solo de un código moral, sino de un quehacer. Pero aquí no podemos designar la vocación de muchas personas con un mismo nombre, como la vocación de carmelita, por ejemplo. Y como me cuesta mucho hablar de algo tan difícil como esto, voy a echarle morro y recurriré a copiar a uno que sabía hablar mejor que yo (y mejor que nadie, por lo que yo se).

            Extrañaba a muchos que el joven Ortega, tan prometedor, tan brillante, tan único, no se hubiese quedado por Alemania para ser allí catedrático de alguna universidad puntera, para ser valorado y leído por toda Europa. Era algo tan extraño como si Antonio Banderas hubiera rechazado Hollywood para trabajar en algún teatro malagueño.
            En un discurso explicó sus motivos:
La vida es quehacer;  y la verdad de la vida, es decir, la vida auténtica de cada cual, consistirá en hacer "lo que hay que hacer" y en evitar el hacer cualquiera cosa. Para mí un hombre vale en la medida en que la serie de sus actos sea necesaria y no caprichosa. Pero con ello estriba la dificultad del acierto. Se nos suele presentar como necesario un repertorio de acciones que ya otros han ejecutado, y nos llega bajo la aureola de una u otra consagración. Esto nos incita a ser infieles con nuestro auténtico quehacer, que es siempre irreductible al de los demás[9]. La vida verdadera es inexorablemente invención. Tenemos que inventarnos nuestra propia existencia, y a la vez este invento no puede ser caprichoso. El vocablo "inventar" recobra aquí su intención  etimológica de "hallar ". Tenemos que hallar, que descubrir la trayectoria necesaria de nuestra vida, que sólo entonces  será verdaderamente nuestra, y no de otro o de nadie como lo es la del frívolo.
                ¿Cómo se resuelve tan difícil problema? Para mí no ha cabido nunca duda alguna sobre ello. Nos encontramos como un poeta a quien se da un  pie forzado. Este pie forzado es la circunstancia. Se vive siempre en una circunstancia, única e ineludible[10]. Ella es quien marca con un ideal perfil lo que hay que hacer.
                Esto he procurado yo en mi labor, he aceptado la circunstancia de mi nación y de mi tiempo.  España padecía y padece un déficit de orden intelectual. Había perdido la destreza en el manejo de los conceptos, que son, ni más ni menos, los instrumentos con los que andamos entre las cosas. Era preciso enseñarla a enfrentarse con la realidad y transmutar esta en pensamiento con la menor pérdida posible.
                Se trata pues de algo más amplio que la ciencia; La ciencia es sólo una manifestación entre muchas de la capacidad humana para reaccionar intelectualmente ante lo real. Ahora bien, este ensayo de aprendizaje intelectual había que hacerlo allí donde estaban español, en la charla amistosa, en el periódico, en la conferencia. Y era preciso atraerle hacia la exactitud de la idea con la gracia del giro. En España para persuadir, es menester antes seducir.

            Importa repasar con cuidado este discurso especialmente en lo que se refiere al carácter estrictamente individual (irreductible a la de los demás) de lo que aquí llamamos “vocación”. No cabría pues hacer imitaciones, de san Francisco por ejemplo (la vida verdadera es inexorablemente invención), o asumir como vocación personal el “carisma” de un grupo, a menos que el grupo respete y propicie la invención, el hallazgo de su propia vida que cada persona tiene que hacer. Son paradigmáticos en esto, como en tantas cosas, los jesuitas, entre los cuales se dan vocaciones personales de lo más dispar, y todos son jesuitas.
Importa encontrar la vida auténtica de cada cual, encontrar cada uno lo que hay que hacer, para evitar perder tontamente los días y las horas que se nos hayan concedido haciendo cualquiera cosa. ¿Cómo encontrarla? No hay que buscar mucho, pues somos como poetas obligados a usar un pie forzado, una medida concreta para los versos y las estrofas. Y ese pie forzado es la circunstancia. En clave jesuítica lo explicaríamos así: ¿Cómo saber cuál es la voluntad de Dios para mí? Mirando a las necesidades de los demás. En la Biblia no encontraremos seguramente la palabra circunstancia, pero si la palabra prójimo lo que, para el caso, y cayendo en un cierto reduccionismo, viene a ser lo mismo.

            Pero puede ser que no sea tan fácil como lo hemos dicho. Puede ser que haya tanto ruido en nuestro corazón que no sepamos discernir (separar) la voz de Dios. En algunos lugares de oriente explican que nuestro corazón se parece a una charca con lodo en el fondo. Cuando las aguas están revueltas se vuelven turbias y la luz del sol (o sea, la voz del Espíritu) no puede pasar. Si dejamos que se calmen las aguas, se vuelven transparentes cuando el lodo se va la fondo. Quizá por eso Roger escribió que cuando perdemos la paz, ya lo hemos perdido todo. ¿Como recobrar la paz? ¿como hacer que las aguas se vuelvan transparentes? La oración contemplativa insistente, el silencio exterior e interior y, si hace falta recurrir a Sonia y Emilio, que pueden ayudar en esto. Y lograda la paz del corazón, y a la vez que se pasea la vista por lo que nos rodea –la circunstancia-, formular la pregunta: ¿Qué tenemos que hacer? Los jesuitas enseñan que si la respuesta que encontramos, viene acompañada de paz o de gozo....viene de Dios. Si alguna voz interior nos molesta con la sensación de algo no está bien...hemos escuchado alguna otra voz distinta de la Espíritu Santo.           

            Bueno, no quiero hacer más comentarios del discurso orteguiano; que cada cual lo repase con cariño y haga el suyo. Pero esta irrenunciable mirada a la circunstancia de cada uno, no lleva a toparnos con el prójimo. Y quiero poner la primera mirada en aquellos que comparten esa fascinación por la persona de Jesús de la que hablaba antes.
            La más conocida frase de Ortega habla precisamente de la circunstancia: yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo. Y eso nos lleva a la última dimensión de nuestra pregunta ¿qué tenemos que hacer?



Dimensión comunitaria
            Aquí podría estar nuestra mayor perplejidad a la hora de responder a nuestra preguntita sobre el quehacer. En como os amáis sabrán que sois discípulos míos. Ese fue el signo de identidad que nos dejó. Pero no se ama en abstracto, se ama a personas concretas con las que uno se relaciona. Y el demonio del anonimato del que hablábamos el otro día hace muy pobre esa vivencia para muchos cristianos que quisieran otra cosa. Eso llevó a Rahner a anunciar en su “Cambio estructural en la Iglesia” la vigencia de lo que ya se llamaba “comunidades de base”. Y surgieron, por todas partes iniciativas “comunitarias” tratando de complementar las insuficiencias que muchos veíamos en el servicio que la parroquia proporciona en este sentido.

            Algunos hemos dedicado a esto una buena parte de nuestra vida. Y ojalá pudiera ofrecer ahora una fórmula magistral que alivie nuestras perplejidades en este sentido. Pero no es así. Lo que si hemos atesorado es un montón de fórmulas que, lejos de curar como esperábamos, resultaron algo cansino, e incluso tóxico en algún caso.

            Extenderme mucho en este tema tan “terrestre” no encaja en una introducción bíblica para un retiro. Creedme que podría estar horas hablando sobre esto, pero aquí pasaremos de puntillas sobre alguna de las cosas que hemos descubierto que NO debemos hacer en este terreno. En otro momento podemos conversar sobre ello más a fondo.
            En principio, este encuentro entre amigos que recuerdan (tienen el corazón puesto en) a Jesucristo debe ser fuente de gozo. Cierto que en algunos momentos uno debe hacer un esfuerzo para cultivar la relación con los amigos. Pero si mantener vivo nuestro grupo comunitario nos resulta habitualmente penoso...nos hemos equivocado en algo. Montar grupos entre personas que viven en sitios distantes, hacer una comunidad supuestamente seglar pero incorporando una regla propia de los religiosos, desvincularse del resto de la iglesia y aislarse, formar un grupo cerrado que no se abre a nuevas incorporaciones, tener objetivos difusos y confusos... Estos y otros muchos errores más hemos cometido o hemos visto cometer a personas inicialmente ilusionadas con una experiencia comunitaria que se volvió penosa.
            Pero de todos esos errores, el peor es la carencia de aquello que da razón de ser a una asamblea de cristianos: la caridad, la forma de amar de Cristo. En Jn 15, Jesús usa otra palabra para referirse a esta relación amorosa: yo os he llamado amigos. ¿Qué contenidos le daba Jesús a esta palabra, amigo? No podemos saberlo con seguridad, pero podemos y debemos pensar sobre ello. Podemos sentir caridad hacia personas desconocidas, especialmente a los que sufren, incluso hacia los enemigos. Pero la amistad es algo más, supone cercanía, confianza. Uno se encuentra relajado con amigos, pues no compite con ellos, no se siente amenazado en modo alguno por ellos, su compañía nos hace sentir seguros, como en casa. Una fraternidad cristiana tiene que ser fuente de amistades que no se apaguen con el tiempo ni con las distancias. Si eso no se da...nos estamos equivocando en algo.


            ¿Qué tenemos que hacer?
            Hemos hablado de la oración, de cultivar la vida espiritual, de la vida moral y vocacional, que a cada persona le llevará a unas tareas, seguramente relacionadas con aliviar sufrimientos, combatir injusticias y/o transmitir la buena noticia. Hemos hablado de construir el cuerpo de Cristo, es decir, de vincular a personas que se aman a la manera de Jesús. Pero todas estas cosas tienen un problema, y es que son terriblemente costosas. Requieren gastar ingentes cantidades de nuestro bien más escaso y preciado:
el tiempo.

            Llevar adelante cualquiera de las diferentes dimensiones del quehacer cristiano puede volverse penoso por razones de escasez de tiempo.
            Efectivamente, entre las horas de sueño, la dedicación a la familia y el trabajo profesional, se llevan casi todo nuestro tiempo, dejando solo un poco para el ocio.
            Ahora, vamos nosotros y pretendemos meter un rato diario para la oración, el quehacer vocacional, un voluntariado o para frecuentar a amigos cristianos. Pero meter algo en un recipiente que está lleno implica necesariamente sacar algo primero.

            Una opción muy conocida es la de los religiosos: el tiempo necesario se lo restamos a la vida familiar. O sea, el celibato. Claro está que el celibato tiene otras dimensiones aparte de reservar tiempo para las tareas de la Iglesia, pero ahora queremos centrarnos en esta. Durante siglos esta opción era la más aceptada, y prácticamente la única posible. Piénsese en un población mayoritariamente rural con hombres trabajando el campo de sol sin maquinaria y mujeres sufriendo continuos embarazos y agotadoras tareas domésticas sin electrodomésticos ni canguros[11].
Pero ahora la cosa ha cambiado y no se percibe igualmente la necesidad absoluta del celibato para dedicarse a las cosas de Dios. Las parroquias ortodoxas y protestantes no están peor atendidas que las católicas dirigidas por célibes. Y muchas profesiones exigen una disponibilidad y dedicación tanto o más exigente que la de los religiosos, sin que por ello sea necesario renunciar a formar una familia. Ciertamente hay muchas personas que asumen con gozo el celibato y son muy felices, y no solo por motivos evangélicos. Cada vez son más las personas que se instalan felizmente en la soltería. Pero somos más los que sufriríamos una gran amargura si se nos impone el celibato. Y a los periódicos les encanta hablar de curas con un gran problema para vivir eso. Desechamos esta posibilidad como algo propio solamente de algunas personas.

            La solución de la que se echa mano con frecuencia es restarle tiempo al ocio. ¡Craso error! Hemos aprendido que el ocio es tan necesario como el sueño. Podemos estar algún tiempo ocupando con voluntariados y liturgias  el tiempo destinado al ocio. Pero nadie aguanta cien años de puntillas, dice el Tao Te King[12]. Si, por seguir nuestra vocación, empezamos a mirar con envidia a los vecinos que pueden descansar y divertirse con los amigos...nos estamos equivocando en algo.

            No vamos a descuidar el cuidado de hijos pequeños o de padres mayores. No podemos hacer eso sin tirar por la borda el corazón de nuestra fe.

            Algunos hemos intentado sacar tiempo quitándoselo al sueño: fracasamos.

            Algo podemos hacer quitándole un pellizquito a cada una de estas dedicaciones. Pero la experiencia nos permite afirmar que así haremos siempre menos de lo que estamos llamados a hacer.

            ¿Qué nos queda entonces? Es obvio que sólo una cosa: el trabajo profesional. Seguro que más de una persona se va inquietar al oír esto. Pero como nadie está obligado a estar de acuerdo conmigo, dejadme ser un poco iconoclasta. Lo cierto es que nos tocó nacer en una cultura en la que el trabajo profesional se considera el eje de la vida. Desde pequeños se prepara a los niños para ello –ese es justamente mi trabajo-.
            Pero hace siglos, si un zapatero, por ejemplo, recibía una inesperada visita, interrumpía su labor por unas horas con la mayor naturalidad. Con la formación de los burgos (ciudades grandes) llegó la burguesía, que incorporó al trabajo disciplinas horarias propias, hasta entonces, de monjes y militares solamente . Y ahora todos vivimos en cuarteles dedicados a producir. En España, además, tenemos unos horarios de trabajo de los más extensos del mundo. Asusta ver los atascos en las carretera que llevan a las ciudades dormitorio a las 8 de la tarde o aun más tarde. Así que estamos atrapados. A la pregunta ¿qué tenemos que hacer? deberemos responder: pues poquita cosa, no tenemos tiempo.
            Si vamos a nuestra empresa pretendiendo reducir la jornada –y el sueldo-, nos tomarán por locos o por vagos. No se termina de aceptar lo de conciliar la vida profesional con la familiar, así que si planteamos conciliarla con la vida vocacional...no imagino que pensarían los jefes.

            ¿Entonces lo dejamos todo como está? Obviamente tenemos que trabajar para vivir...
            Hay una posibilidad a estudiar. Los religiosos, para conseguir tiempo, no solo recurrieron al celibato. Durante siglo desarrollaron modos de subsistencia que permitían  reservar mucho tiempo para las tres tareas de la Iglesia: evangelización, liturgia y caridad.  Licor Benedictine, chocolates La Trapa, cerveza Yuste, Yemas de Santa Teresa, etc.,  etc.
            Pero a diferencia de una empresa normal, la motivación central de estos negocios no era el lucro, sino la subsistencia y, en algunos casos como los colegios y hospitales, el servicio a los pobres. Es lo que algunos llamamos una no-empresa[13].
            Si montásemos alguna, dedicaríamos solo el tiempo necesario a sacar pelas (p.e. seis horas) aunque eso suponga restringir los ingresos. No tendremos para el chalet ni para ir todos los años de vacaciones a Hawai: se llama pobreza evangélica...
            Curiosamente en mi anterior curro, un colegio, le pedía a la monja directora reducir mi jornada –y mi sueldo- por razones vocacionales. No lo admitió y lo consideró vagancia. Pero ellas recortaban sus horarios sin problema, e incluso dejaban de trabajar para responder a las llamadas de su vocación. Y así hacen posible, por ejemplo, sus misiones en el tercer mundo. Es notable que el colegio se entendía como si-empresa para los profesores laicos, y como no-empresa para las religiosas.

            Bueno, de momento –solo de momento- dejamos esto en un sueño. Así que adaptaremos lo que tenemos que hacer a lo que podemos hacer sin convertir la vida cotidiana en una pesadilla. No caeremos –otra vez- en montar instituciones o grupos de seglares que hagan caer sobre los hombros de los que se apunten la suma de las disciplinas de la vida laical con una regla como la que tienen los conventos.

            Piano, piano. Podemos ir poco a poco haciendo lo que se pueda, y si algo chirría, paramos. Sin dejadez, pero sin pretensiones, sin angustias. Siguiendo, en nuestra búsqueda de lo que hay que hacer, el consejo de Pablo: Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra clemencia sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera toda inteligencia custodiará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús (Flp 4, 4-7)
            Y como los marinos antiguos que viajaban de noche sin perder nunca de vista la estrella polar para no perder el norte, podemos mantener la vista fija en la enseñanza de Juan:
            Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos (1 Jn 3, 14).












[1] La palabra hebrea ruah se traduce por “viento” o “soplo” y también por “espíritu”
[2] Frase de san Pablo en algún lugar de la segunda carta a los Corintios.
[3] Soy consciente que muchos de nosotros, criados en el postconcilio,  hemos recibido una educación anti-espiritualista, y que esta afirmación nos costará digerirla. Ruego un esfuerzo de apertura mental, por si acaso San Juan de la Cruz nos aportase una enseñanza crucial.
[4] En la excelente película sobre su vida, uno de los jueces que le juzga, desesperado por las movidas que le organiza Gandhi, pregunta con furor: ¿De dónde ha sacado las agallas para hacer esto? Encontré la respuesta de Gandhi en su libro “Mis experiencias con la verdad”: Yo siempre he sido un hombre de oración”. La oración como fuente de la acción, de la buena acción.
[5] La cita no es literal. Hay que buscarla en los evangelios para encontrar el texto exacto.
[6]  La cosa viene a ser algo así como quitarle a los diez mandamientos los tres primeros, los que se refieren a la relación con Dios; y suprimir también los referidos a la moral sexual. Y ya tenemos una moral laicista útil para construir la convivencia.
[7] Sobre el laxismo podemos pensar en los capos mafiosos presidiendo la procesión parroquial, o en los curas pederastas. Sería muy interesante profundizar en la extraña psicología que está detrás de estos “pecadores piadosos”. Pero los que estamos aquí fácilmente tenderemos al rigorismo moral más que al laxismo. Y no me refiero a puritanismos sexuales o litúrgicos, sino a lo que Segundo Galilea llama la “tentación de la santidad”. Se trata de una sobrevaloración moral de uno mismo, que lleva a sentirse decepcionado/a con el comportamiento de los demás y, a la postre...con el propio. Un baño de humildad nos dará paz al no exigirnos a nosotros mismos y a los demás más de lo que Dios nos pide; ese mismo Dios que es clemente, compasivo y misericordioso. Jesús no se muestra decepcionado con el  comportamiento de las prostitutas o los publicanos; solo irritado a veces con los discípulos.
[8] San Pablo tiene largos discursos sobre la superación de la Ley mosaica. No entraremos hoy en eso, que nos perderíamos en teologías que no son objeto de esta introducción bíblica.
[9] Un texto sagrado hindú, el Bhagavad Gita dice: Nada hay más peligroso que cumplir con el deber...de otra persona.

[11] Santa Teresa cuenta que ella, inicialmente, no entró en el convento porque tuviera vocación, sino para huir de una vida tan dura como la de su madre.
[12] Estudiosos de Recursos Humanos han encontrado que está en nuestra naturaleza desarrollar el 80% de nuestra actividad en el 20% de nuestro tiempo. Si pretendemos estirar esos números empezamos a pasarlo mal, y encima nuestra eficacia desciende.
[13] Personalmente acumulo varios intentos de fundación de no-empresas que fueron todas a la ruina. No sirvo para esto. Es tarea para hombres de un perfil como el de Fernando. Por cierto, nuestro amigo Pablo me propuso la fundación de un colegio. Ya me informado: el Banco, para concederte el dinero necesario, exige primero que estés en posesión de un millón de euros de tesorería. Va a ser que no, de momento.

jueves, 23 de junio de 2011

Oración del 17 de junio de 2011

“MI DIOS Y MI TODO”

Canto: Laudate Dominum, laudate Dominum, omnes gentes, alelluia. (Bis) (Alabad al Señor todos los pueblos)

Canto: Dominus Spiritus est. Spiritus autem vivificat. (El Señor es el Espíritu y el Espíritu da la vida)


Meditación.
El Señor ha cumplido su promesa y nos ha renovado con su Espíritu. Todo aquel que experimenta el amor de Dios y que deja que el Espíritu actúe, no es posible que permanezca impasible. Nuestro ser se ve inmerso en una revolución interior, que en ocasiones puede ser imperceptible a primera vista, pero que lleva consigo una transformación cierta.
El mensaje de Jesús cobra sentido y sus palabras se nos hacen irresistibles. “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba?” (Lucas 24, 32). Su amor todo lo llena, todo lo impregna, todo lo ilumina. Jesús deja de ser una parte, escondida en algún lugar de nuestra alma, para convertirse en un todo que altera nuestra vida y nos mueve a caminar .
El Señor es nuestro salvador, quien nos libera de la apatía y de los temores y nos lleva a la alegría. El Señor es, como repetía incansable San Francisco de Asís, “ Mi Dios y mi todo”.

Canto: Nothing can ever come between us and the love of God, the love of God revealed to us in Christe Jesus. (Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús)


del Salmo 108
Dispuesto está mi corazón, Dios mío,

voy a cantarte un himno, gloria mía
…
Te daré gracias ante los pueblos, Señor,
te cantaré ante las naciones,
pues tu amor es más grande que los cielos
y tu fidelidad alcanza hasta las nubes.




Lectura bíblica:
Señor, tú eres mi Dios, yo te exalto, doy gracias a tu nombre. Porque tú has realizado designios admirables,Porque has sido un refugio para el débil, un refugio para el pobre en su angustia, un resguardo contra la tormenta,
una sombra contra el calor… "Ahí está nuestro Dios,
de quien esperábamos la salvación: es el Señor, en quien nosotros esperábamos;
¡alegrémonos y regocijémonos de su salvación!" (Isaías 25, 1-9)


Canto: Singt dem Herrn ein neues Lied. Lobsingt ihm allezeit, lobsingt ihm allezeit. (Cantad al Señor un canto Nuevo. ¡Alabadlo siempre!)


Silencio. Kyrie eleison. Oración de la Iglesia. Padre Nuestro

Oración final:

Jesús se presenta a nosotros
como la verdad para ser transmitida,
la vida para ser vivida, la luz para ser iluminada,
el amor para ser amado, el gozo para ser dado
y la paz para ser repartida.
(Teresa de Calcuta)


Cantos: Cantarei ao Senhor, enquanto viver; louvarei o meu Deus enquanto existir. Nele encontro a minha alegria. Nele encontro a minha alegria. (Cantaré al Señor mientras viva, mientras exista. En El está mi alegría)

Christe, lux mundi, qui sequitur te habebit lumen vitae, lumen vitae. (Cristo, luz del mundo, quien te sigue tendrá la luz de la vida)

Toi, tu nous aimes, source de vie. (Tú nos amas fuente de vida)

Let all who are thirsty come. Let all who wish receive the water of life freely. Amen, come Lord Jesus. Amen, come Lord Jesus. (Qué vengan todos los que tengan sed, los que desean recibir gratis el agua de la vida. Amen, ven Señor Jesús)

Bless the Lord, my soul, and bless God´s holy name. Bless the Lord, my soul, who leads me into life. (Bendice, alma mía, al Señor, y bendice su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, mi alma, que me guía en la vida.)

Mi alma te desea en la noche, oh Dios, mi alma reposa sólo en ti. (Bis)




Oración del 10 de junio de 2011


Himno: Alleluia alleluia alleluia Salva tiebe Boze ( 3 )

            ( Aleluya gloria a ti Señor )

Canto: Spiritus JesuChristi spiritus caritatis confirmet cor tuum ( bis )

            ( El Espíritu de Jesucristo, Espíritu de caridad confirme tu corazón )

 

Meditación

El domingo celebraremos la fiesta de Pentecostés, en la que recordamos la venida del Espíritu sobre los discípulos y nos alegramos de que ese mismo Espíritu nos sea ofrecido a cada uno de nosotros. Dios es Espíritu, Espíritu que da vida. El aliento de vida en el que se habla en al Génesis; el espíritu del que hablan los profetas y le espíritu que anuncia Jesús antes de morir, es el mismo espíritu, Dios mismo, que se derrama en nuestros corazones. El Espíritu de Cristo Resucitado dio vida a los creyentes de su tiempo. Y también nos da vida a nosotros. Pidamos hoy  al Dios vivo en la oración, uniéndonos a todos los creyentes, que nos abra las entrañas para entender la importancia del Espíritu en nuestra vida de fe y nos dejemos conducir por Él. Las telas naranjas que hoy hemos colocado  junto a los iconos nos recuerdan a las lenguas de fuego que se mencionan en los Hechos de los Apóstoles, símbolo del Espíritu Santo. ¿Será ese fuego, el que arde en nuestro corazón permanentemente? ¿El fuego de su amor ¿ Espera en el Señor. Su día está cerca. Su día es hoy, vive lo inesperado
 Canto: Wait for the Lord whose day is near wait for the Lord sep watch take heart
          ( Espera en el Señor su día está cerca; espera en el Señor; mantente alerta, sé valiente )

Del Salmo 103
Bendice, alma mía, al Señor: Dios mío, qué grande eres! Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas. Todos ellos esperan en ti; abres tu mano y se sacian de bienes .Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra.

1ª Lectura bíblica
Y en los últimos días, derramaré mi espíritu sobre toda carne – dice el Señor.
Os daré un corazón nuevo e infundiré en vosotros un espíritu nuevo. Y quitaré de
vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi espíritu.



Canto: Canto: Veni Sancte Spiritus tui amoris ignem accende veni Sancte Spiritus veni Sancte Spititus   Ven Espíritu Santo, enciende el fuego de tu amor

2ª Lectura bíblica Jn 7, 37      

El último día de la fiesta, Jesús, puesto en pie, exclamó en voz alta diciendo: “ Si alguno tiene sed, que venga a mi, y beba. El que cree en mi  - como dice la Escritura . de su ser brotarán manantiales de agua viva “Él decía esto del Espíritu que los que habían creído en el habían de recibir, porque el Espíritu no había sido dado todavía, pues Jesús no había sido glorificado.

Canto: Jesús Christ bread of life those who come to you will not hunger Jesús Christ risen Lord those who trust in you will not thirst
( Jesucristo, pan de vida, los que vienen a ti nunca tendrán hambre. Jesucristo, Señor resucitado, los que confían en ti nunca tendrán sed )
Oración final:

Espíritu Santo, misterio de una presencia, tú soplas sobre nosotros  una brisa ligera, frescura del alma. Y aparece lo inesperado. Reemprendemos el camino de la duda hacia la claridad de tu rostro.


Canto:  Oh oh oh oh Veni Creator Spiritus oh oh oh oh Veni lumen cordium
L’ajuda emvindrá del Senyor, del Senyor el nostre Deu, que ha fet el cel i    la terra, el cel y la terra.
Bless the Lord my soul and bless God’s holy name. Bless the Lord my soul who leads me into life. ( Bendice alma mía al Señor, y el santo nombre de Dios. Bendice , alma mía, al Señor; Él me conduce a la vida )
Jésu le Christ lumière intérieure ne laisse pas mes ténèbres me parler Jésu le Christ lumière  donne moi d’accueillir ton amour.  ( Cristo Jesús, mi luz interior, que las tinieblas en mi no hablen, concédeme acoger tu amor )
            Veni Creator Spititus ( Ven Espíritu Creador)